La Presentación de Jesús en el Templo – 1ª lectura
1 Ved que envío mi mensajero a preparar el camino delante de Mí;
enseguida llegará a su Templo
el Dueño, a quien buscáis,
el ángel de la alianza,
a quien deseáis.
Ved que ya llega
—dice el Señor de los ejércitos—.
2 ¿Quién podrá resistir el día de su venida?
¿Quién se sostendrá en pie cuando aparezca?
Porque es como fuego de fundidor,
como lejía de lavanderos.
3 Se pondrá a fundir y a purificar la plata; purificará a los hijos de Leví, los acrisolará como oro y plata: así podrán ofrecer al Señor una oblación en justicia. 4Entonces será grata al Señor la oblación de Judá y de Jerusalén como en los días de antaño, como en los años que pasaron.
Comentario a Malaquías 3,1-4
El profeta anuncia un día de juicio en el que serán purificados el culto y los sacerdotes (3,3-4) y se hará justicia a los oprimidos (3,5); la justicia de Dios se cumplirá el día del Señor.
Sin embargo, la fuerza del oráculo no está tanto en el hecho del juicio del Señor como en el modo misterioso con que se lleva a cabo (3,1-2), ya que, se dice, el mismo Señor soberano llegará a su Templo y su venida será terrible. Parece que, en realidad, se habla de tres personajes distintos: el mensajero que precederá la venida del Señor y que después, en el epílogo, se identifica con el profeta Elías (cfr 3,23); el Señor mismo; y el ángel —literalmente: el mensajero— de la Alianza. Al mencionar al mensajero que precede la venida del Señor (3,1), es posible que el profeta esté pensando en el modo de proceder de los monarcas, que hacían anteceder a su llegada un mensajero que la anunciaba. Su papel sería semejante al indicado en Is 40,3ss. Sin embargo, se menciona poco después al «ángel de la Alianza». El término resulta ambiguo: puede referirse al mismo Señor; a un nuevo mensajero, que tiene un oficio semejante a Moisés, es decir, ser mediador de una alianza; o, finalmente, al mensajero mencionado antes, el que precede al Señor y al que, ahora, se le asigna una nueva función. Las expresiones quedan abiertas en su interpretación.
El Nuevo Testamento resolverá las ambigüedades al interpretar este texto. Los evangelios sinópticos (cfr Mc 1,2), y Jesús mismo (Mt 11,7-15; cfr Lc 7,24-30), mantienen la identificación del mensajero que precede al Señor con Elías, y ven su cumplimiento en la figura de Juan Bautista. Con esta identificación, Jesucristo pasa a ser el Señor que viene a su Templo. Así lo entiende la Iglesia cuando en la liturgia de la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo (cfr Lc 2,22-40) recoge el texto de 3,1-4 como primera lectura. Pero, como se muestra en muchos pasajes del Nuevo Testamento —por ejemplo, el episodio de la Transfiguración (Mt 17,1-13 y par.)—, Jesucristo es también el mediador de la Nueva Alianza.
En la tradición de la Iglesia, la ambigüedad se vio también como una manera de indicar la doble venida del Señor: en la humildad de la carne, y en la gloria del fin: «Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más majestuosa que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, del Padre, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro. En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado y escoltado por un ejército de ángeles. No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura (…). Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no, los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado. De ambas venidas habla el profeta Malaquías» (S. Cirilo de Jerusalén, Catecheses ad illuminandos 15,1-2).
Foto de Jorge Luis Ojeda Flota en Unsplash
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