2El
día uno del mes séptimo el sacerdote Esdras trajo la Ley ante toda la asamblea,
hombres y mujeres, ante todos los que tenían uso de razón. 3Desde
que hubo luz hasta el medio día la leyó al frente de la explanada que hay
delante de la puerta de las Aguas, ante los hombres, las mujeres y todos los
que tenían uso de razón. Todo el pueblo prestaba oído al libro de la Ley.
4a Esdras,
el escriba, estaba de pie sobre un estrado de madera que habían preparado para
la ocasión. 5Esdras, el escriba, abrió el libro a la vista de todo
el pueblo, pues sobresalía por encima de todos, y cuando lo abrió todo el
pueblo se puso en pie. 6Esdras bendijo al Señor, el gran Dios, y
todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!», alzando sus manos. Después se
inclinaron y se postraron ante el Señor rostro en tierra.
8Leían
el libro de la Ley
de Dios con claridad, explicando el sentido, para instruir con la lectura. 9Nehemías,
que era el gobernador, el sacerdote Esdras, que leía, y los levitas, que
instruían al pueblo, dijeron a todos:
—¡Hoy es un día santo para el Señor, vuestro Dios!
No os lamentéis ni lloréis.
Pues todo el pueblo estaba llorando al escuchar las
palabras de la Ley.
10Y
les indicaron:
—Id, comed manjares sustanciosos, escanciad bebidas
dulces, y compartidlos con los que no tienen nada preparado, porque hoy es un
día santo para nuestro Señor. No estéis tristes, porque el gozo del Señor es
vuestra fortaleza.
El texto de este capítulo forma parte de las «memorias de Esdras»
aunque el autor sagrado lo ha situado dentro del relato de la reconstrucción de
la ciudad. Resalta así la importancia de la Ley en la configuración de la nueva etapa de la
historia del pueblo elegido, que para el autor sagrado comienza con la
reconstrucción de su vida nacional y religiosa llevada a cabo por el sacerdote
Esdras y el laico Nehemías. No se conoce con exactitud el año que sucedió lo
que aquí se narra, ni el contenido exacto de la Ley que fue proclamada en esa ocasión.
Posiblemente se trataría de una parte considerable de lo que actualmente
constituye el Pentateuco.
La lectura y explicación de la
Ley no tuvo lugar en el recinto del Templo; el pueblo se
reunió alrededor del estrado preparado al efecto fuera del Santuario. Si desde
el reinado de Salomón hasta la caída de Jerusalén en manos de Nabucodonosor la
actividad religiosa se había centrado en el culto del Templo, a partir del
destierro fue configurándose en torno a la Ley mediante la institución de la sinagoga. Los
deportados, al no poder acudir a la
Casa del Señor, se reunían en casas particulares o al aire
libre para escuchar la lectura de textos legales y proféticos. La reunión
solemne, celebrada en una explanada delante de las murallas, testimonia que en
esta nueva etapa protagonizada por Esdras la Ley del Señor estaba pasando a ocupar un lugar
preferente en la vida religiosa del pueblo, y que era ya más importante que la
ofrenda de víctimas para el sacrificio.
Al escuchar la lectura de los mandamientos de la Ley , el pueblo llora porque no
cumplen muchos de ellos y podría sobrevenirles un castigo de parte de Dios.
Pero Esdras y los levitas les harán comprender que se trata de recomenzar a partir
de ese día, considerado, por ello mismo, «santo». Era el día festivo del
comienzo del año civil (cfr Lv 23,24-25; Nm 29,1-6).
La proclamación de la Ley
aparece ligada a la celebración de la fiesta de las Tiendas. Esa celebración
había sido ya mencionada, más brevemente, en Esd 3,4-6, pero ahora presenta la
novedad, sin duda debido a la interpretación de Esdras, de que las tiendas se
construyen con los ramos cortados en el monte (cfr Lv 23,39-43). De la fiesta
de la Expiación ,
en cambio, que se celebraba el día diez de ese mes (cfr Lv 23,26-32) no se hace
mención. Durante los siete días de la fiesta de las Tiendas Esdras sigue
haciendo la lectura de la Ley
tal como prescribía Dt 31,9-13 para cuando la fiesta caía en año sabático. En
estas acciones de Esdras y de los levitas, maestros de la Ley , puede verse el inicio de
lo que sería la «gran sinagoga», órgano oficial del judaísmo durante los siglos
siguientes para interpretar la Ley
y discernir cuáles eran los libros sagrados. La lectura de los libros de la Ley se convierte en lo
sucesivo en el medio más importante de encuentro con Dios y escucha de su
palabra.
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