2º domingo del Tiempo ordinario – C.
1ª lectura
1 Por amor de Sión no callaré,
por amor de
Jerusalén no descansaré
hasta que su
justicia despunte como la aurora,
y su
salvación arda como una antorcha.
2 Las naciones verán tu justicia,
y todos los
reyes, tu gloria;
te llamarán
con un nombre nuevo,
que
pronunciará la boca del Señor.
3 Serás corona gloriosa en la mano del Señor,
diadema real
en la palma de tu Dios.
4 Ya no te dirán más: «Abandonada»,
ni de tu
tierra dirán ya: «Desolada»,
sino que te
llamarán: «Mi-delicia-está-en-ella»,
y a tu
tierra: «Desposada»,
porque el
Señor se ha complacido en ti,
y tu tierra
tendrá esposo.
5 Como un joven se desposa con una virgen,
contigo se
desposará tu constructor,
y como se
alegra el novio con la novia
se deleitará
en ti el Señor.
y su premio
va por delante.
La ciudad nueva de Jerusalén es ahora mencionada expresamente e
identificada con Sión (v. 1). Será exaltada en este nuevo himno puesto en boca
del profeta, que juega poéticamente con los sobrenombres que recibe en el marco
de la imagen esponsal tantas veces repetida en los profetas desde Oseas.
Estor primeros versos, dirigidos a la ciudad, van señalando la novedad
de la situación que se espera al hilo de los apelativos que se le dan: ya nadie
se sentirá desamparado ni solo, porque Dios ha mostrado con Jerusalén la
ternura de un enamorado —la llama «Mi delicia»— y el amor eficaz de un esposo
—«Desposada»— (v. 4). A continuación, los beneficios de esta alianza esponsal
están reflejados, como en Oseas (cfr Os 2,11-15), en las metáforas de cosechas
abundantes (vv. 8-9).
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