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Mostrando entradas de agosto, 2023

El que pierda su vida por mí, la encontrará (Mt 16,21-27)

22º domingo del Tiempo ordinario – A . Evangelio 21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día. 22 Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: —¡Dios te libre, Señor! De ningún modo te ocurrirá eso. 23 Pero él se volvió hacia Pedro y le dijo: —¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres. 24 Entonces les dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. 26 »Porque, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?, o ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? 27 Porque el Hijo del Hombre va a venir en la gl

Lo bueno, agradable y perfecto (Rm 12,1-2)

22º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura 1 Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual. 2 Y no os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto. En este capítulo San Pablo habla sobre la conducta que se ha de observar para llevar una vida conforme a la voluntad de Dios y la dignidad cristiana, y, de entrada, en estos dos versículos establece el fundamento de su exhortación. El que ha sido justificado en Cristo debe ofrecerse completamente y sin reservas a Dios, como en un acto de culto (vv. 1-2). «Por la predicación apostólica del Evangelio se convoca y congrega el Pueblo de Dios, de suerte que todos los que a este pueblo pertenecen, por estar santificados por el Espíritu Santo, se ofrezcan a sí mismos como “

¡Me sedujiste, Señor! (Jr 20,7-9)

22º domingo del Tiempo ordinario – A . 1ª lectura 7 Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir. Fuiste más fuerte que yo, y me venciste. He llegado a ser un hazmerreír todo el día, todo el mundo se burla de mí. 8 Cada vez que hablo tengo que gritar, he de pregonar: «¡Violencia, destrucción!». La palabra del Señor es para mí oprobio y escarnio cada día. 9 Yo me dije: «No me acordaré de Él, ni hablaré más en su Nombre». Pero es dentro de mí como fuego abrasador, encerrado en mis huesos; me esfuerzo por soportarlo, pero no puedo. Con estas palabras se inicia la última «confesión» de Jeremías (Jr 20,7-18), cargada de dramatismo, que es uno de los pasajes más impresionantes de la literatura profética. Pudo ser pronunciada hacia el 605- 604 a .C. cuando Jeremías sufrió la persecución del rey Yoyaquim. En ella aflora el duro combate interior entre la crisis que conmueve los fundamentos de la fe y la certeza de la vocación divina, cuando después de un arduo traba

Las llaves del reino de los cielos (Mt 16,13-20)

21º domingo del Tiempo ordinario – A . Evangelio 13 Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, comenzó a preguntarles a sus discípulos: —¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Ellos respondieron: —Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o alguno de los profetas. 15 Él les dijo: —Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16 Respondió Simón Pedro: —Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. 17 Jesús le respondió: —Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. 19 Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos. 20 Entonces ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él e

Oh profundidad de la sabiduría de Dios (Rm 11,33-36)

21º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura 33 ¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué incomprensibles son sus juicios y qué inescrutables sus caminos! 34 Pues ¿quién conoció los designios del Señor?, o ¿quién llegó a ser su consejero?, 35 o ¿quién le dio primero algo, para poder recibir a cambio una recompensa? 36 Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por los siglos. Amén. La bondad de Dios, que ha permitido la desobediencia de judíos y gentiles, pero se ha apiadado de sus miserias (v. 32), arranca en el Apóstol encendidas exclamaciones de alabanza al misterioso designio de Dios (vv. 33-35), que termina con una doxología: «A Él la gloria por los siglos. Amén» (v. 36). Y comenta Orígenes: «Añade el “Amén” para que entendamos que a esa felicidad se llega a través de Él, de quien está escrito también en el Apocalipsis: Esto dice el Amén (Ap 3,14)» ( Commentarii in Romanos 8,13).

Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro (Is 22,19-23)

21º domingo del Tiempo ordinario – A . 1ª lectura Así dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: 19 Te depondré de tu cargo, te derrocaré de tu puesto. 20 Aquel día llamaré a mi siervo Eliaquim, hijo de Jilquías. 21 Lo revestiré con tu túnica, le ceñiré con tu cinturón, pondré en su mano tu poder, y será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. 22 Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro: abrirá y no habrá quien cierre, cerrará y no habrá quien abra. 23 Lo hincaré como clavo en sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre. Sebná era un importante funcionario de la corte real, que es también mencionado en otros textos (Is 36,3.11.22; 37,2 y 2 R 18,26.37; 19,2). Quizá fue un extranjero que, después de gozar de gran predicamento en el palacio de Ezequías, fue desplazado y sustituido por Eliaquim. Isaías le reprocha a Sebná su afán de ostentación (v. 16) y le anuncia su destitución (vv. 17-19.2

También los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa (Mt 15,21-28)

20º domingo del Tiempo ordinario – A . Evangelio 21 Después que Jesús salió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. 22 En esto una mujer cananea, venida de aquellos contornos, se puso a gritar: —¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el demonio. 23 Pero él no le respondió palabra. Entonces, se le acercaron sus discípulos para rogarle: —Atiéndela y que se vaya, porque viene gritando detrás de nosotros. 24 Él respondió: —No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Ella, no obstante, se acercó y se postró ante él diciendo: —¡Señor, ayúdame! 26 Él le respondió: —No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. 27 Pero ella dijo: —Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces Jesús le respondió: —¡Mujer, qué grande es tu fe! Que sea como tú quieres. Y su hija quedó sana en aquel instante. Tiro y Sidón son

Los dones y la vocación de Dios son irrevocables (Rm 11,13-15.29-32)

20º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura 13 Pero a vosotros, los gentiles, os digo: siendo yo, en efecto, apóstol de las gentes, hago honor a mi ministerio, 14 por si de alguna forma provoco celo a los de mi raza y salvo a algunos de ellos. 15 Porque si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su restauración sino una vida que surge de entre los muertos?  29 Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables. 30 Pues así como vosotros en otro tiempo fuisteis desobedientes a Dios, y ahora habéis alcanzado misericordia a causa de su desobediencia, 31 así también ellos ahora no han obedecido, para que vosotros alcancéis misericordia, a fin de que también ellos consigan la misericordia. 32 Porque Dios encerró a todos en la desobediencia, para tener misericordia de todos. La conversión de los gentiles debe ser ocasión de celo para que los judíos también se conviertan. La vocación del pueblo judío como pueblo elegido es irrevocable (v. 29). A pesar de la d

Les daré alegría en mi casa de oración (Is 56,1.6-7)

20º domingo del Tiempo ordinario – A . 1ª lectura 1 Esto dice el Señor: «Guardad el derecho y practicad la justicia, que pronto va a llegar mi salvación y a revelarse mi justicia». 6 A los hijos del extranjero que se adhieran al Señor para servirlo y amar el Nombre del Señor, para serle sus siervos, y a cuantos guarden el sábado sin profanarlo, y mantengan mi alianza, 7 les haré entrar en mi monte santo, les daré alegría en mi casa de oración: sus holocaustos y sus sacrificios me serán gratos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos». Comienza aquí la tercera parte del libro de Isaías, llamada también «Tercer Isaías» o «Trito­isaías». Está compuesta por visiones proféticas y oráculos sobre la nueva Sión y las naciones de la tierra. La primera sección (Is 56,1-59,21) recoge un conjunto de oráculos que abre ya perspectivas de salvación de alcance universal, aunque su llegada experimenta retrasos a causa de los

Proclama mi alma las grandezas del Señor (Lc 1, 39-56)

La Asunción de la Virgen María – Evangelio 39 Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; 40 y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.   41 Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; 42 y exclamando en voz alta, dijo: -Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. 43 ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? 44 Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; 45 y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor. 46 María exclamó: -Proclama mi alma las grandezas del Señor, 47 y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador: 48 porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. 49 Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es