Ir al contenido principal

También los paganos participan de nuestra herencia (Ef 3,2-3a.5-6)

Epifanía. 2ª lectura

2 Ya habréis oído que Dios me concedió el encargo de administrar su gracia en favor vuestro, 3a pues mediante una revelación se me dio a conocer el misterio 5 que no se dio a conocer a los hijos de los hombres en otras generaciones, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: 6 a saber, que los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo y copartícipes de las promesas en Cristo Jesús mediante el Evangelio.

Comentario a Efesios 3,2-6

En el Antiguo Testamento se había revelado por la promesa hecha a Abrahán, que en su descendencia serían bendecidas todas las naciones de la tierra (cfr Gen 12,3; Sir 44,21). Pero la forma en que se iba a realizar aquella bendición no había sido desvelada. Los judíos siempre pensaron que sería a través de su exaltación, como pueblo, entre todos los demás pueblos. San Pablo descubre, a la luz de cuanto Jesucristo le reveló, que no ha sido ese el camino elegido por Dios, sino la incorporación de los gentiles a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en igualdad con los judíos. Esto constituye el «Misterio», el plan de Dios tal como se ha dado a conocer en la misión que Cristo confió a sus apóstoles o enviados (cfr Mt 28,19), entre los que se cuenta también el mismo San Pablo (cfr 3,8). 
Junto a los apóstoles se mencionan los profetas, que pueden ser o los del Antiguo Testamento que anunciaron al Mesías, o los del Nuevo, es decir, los mismos apóstoles y otros cristianos que tuvieron conocimiento, por revelación, del plan de salvación de los gentiles y lo proclamaron movidos por el Espíritu de Dios. El contexto y otros pasajes de la carta a los Efesios, inclinan a pensar que se trata de los profetas del Nuevo. La revelación que el Espíritu Santo ha hecho a éstos acerca del Misterio tiene como finalidad «que prediquen el Evangelio, susciten la fe en Jesús Mesías y Señor, y congreguen a la Iglesia» (Dei Verbum, n. 17). San Pablo no se considera el único conocedor del Misterio revelado en Jesucristo. Unicamente testimonia que él también lo conoce por gracia de Dios y que le ha sido confiada su predicación de una manera particular, como a San Pedro se le confió la predicación entre los judíos (cfr Ga 2,7). 
San Pablo atribuye al Espíritu Santo la revelación del Misterio, recordando, tal vez, cómo llegó él mismo a conocerlo tras el encuentro con Jesucristo en el camino de Damasco (cfr Hch 9,17). El Espíritu es el que ha actuado también en los Apóstoles y Profetas (cfr Hch 2,17), y el que vivifica permanentemente a la Iglesia para que ésta proclame el Evangelio. «Él es el alma de esta Iglesia –enseña el Papa Pablo VI–. Él es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. Él es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por él, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado» (Evangelii nuntiandi, n. 75).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

La Creación del mundo (Gn 1,1–2,2)

Vigilia Pascual. 1ª lectura 1 En el principio creó Dios el cielo y la tierra. 2 La tierra era caos y vacío, la tiniebla cubría la faz del abismo y el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas. 3 Dijo Dios: —Haya luz. Y hubo luz. 4 Vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de la tiniebla. 5 Dios llamó a la luz día, y a la tiniebla llamó noche. Hubo tarde y hubo mañana: día primero. 6 Dijo Dios: —Haya un firmamento en medio de las aguas que separe unas aguas de las otras. 7 Dios hizo el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue. 8 Dios llamó al firmamento cielo. Hubo tarde y hubo mañana: día segundo. 9 Dijo Dios: —Que se reúnan las aguas de debajo del cielo en un solo lugar, y aparezca lo seco. Y así fue. 10 Llamó Dios a lo seco tierr...

La multiplicación de los panes y los peces (Jn 6,1-15)

17º domingo del Tiempo ordinario – B. Evangelio 1 Después de esto partió Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades. 2 Le seguía una gran muchedumbre porque veían los signos que hacía con los enfermos. 3 Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. 4 Pronto iba a ser la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, le dijo a Felipe: —¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos? 6 —lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le respondió: —Doscientos denarios de pan no bastan ni para que cada uno coma un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 —Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y do...