Ir al contenido principal

Tenía que parecerse en todo a sus hermanos (Hb 2,14-18)

La Presentación de Jesús en el Templo – 2ª lectura

14 Porque así como los hijos comparten la sangre y la carne, también él participó de ellas, para destruir con la muerte al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, 15 y liberar así a todos los que con el miedo a la muerte estaban toda su vida sujetos a esclavitud. 16 Porque es seguro que él no asumió a los ángeles sino al linaje de Abrahán. 17 Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, a fin de ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel en las cosas que se refieren a Dios, para expiar los pecados del pueblo. 18 Por haber sido puesto a prueba en los padecimientos, es capaz de ayudar a los que también son sometidos a prueba.

Comentario a Hebreos 2,14-18

Este pasaje es uno de los más bellos textos sobre la Encarnación. Para llevar a cabo la salvación de los hombres, Jesucristo debía poseer, como ellos, una naturaleza humana. Dios Padre «ha perfeccionado» (cfr v. 10) a su Hijo en cuanto que al hacerse hombre y, por tanto, poder sufrir y morir, posee la capacidad absoluta para ser el representante de sus «hermanos» los hombres (vv. 11-16). «Participó del alimento como nosotros —escribe Teodoreto de Ciro—, y soportó el trabajo; conoció la tristeza en su alma y lloró, y padeció la muerte» (Interpretatio ad Hebraeos, ad loc.).

Por ser Dios y Hombre Jesucristo es mediador único entre Dios y los hombres; ejerce esa mediación como Sumo Sacerdote (v. 17), y salva, por amor, el abismo infranqueable entre la estirpe pecadora de Adán y Dios. El sacerdocio de Cristo consiste en ofrecer una expiación, un sacrificio de reparación y de pacificación por los pecados de los hombres. De este modo satisface al Padre en lugar nuestro. Al mismo tiempo, su sufrimiento nos sirve de fuerza y ejemplo ante el dolor (v. 18): «Jesucristo, al tomar sobre Sí nuestras flaquezas nos ha alcanzado una fortaleza que vence nuestra debilidad natural. Sometiéndose, en la noche anterior a la Pasión, a padecer en el huerto de Getsemaní aquellos temores, angustias y tristezas, nos mereció el valor de resistir las amenazas de los que quieren nuestra perversión; nos alcanzó el valor de vencer el tedio que experimentamos en la oración, en la mortificación y en otros ejercicios de piedad; y, finalmente, la fortaleza para sufrir con paz y alegría las adversidades» (S. Alfonso Mª de Ligorio, Reflexiones sobre la Pasión 9,1).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Una gran multitud que nadie podía contar (Ap 7,9.14b-17)

Domingo 4º de Pascua – C. 2ª lectura 9 Después de esto, en la visión, apareció una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos con túnicas blancas, y con palmas en las manos. Entonces uno de los ancianos intervino y me dijo: —Éstos que están vestidos con túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? 14b —Señor mío, tú lo sabes —le respondí yo. Y me dijo: —Éstos son los que vienen de la gran tribulación, los que han lavado sus túnicas y las han blanqueado con la sangre del Cordero. 15 Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que se sienta en el trono habitará en medio de ellos. 16 Ya no pasarán hambre, ni tendrán sed, no les agobiará el sol, ni calor alguno, 17 pues el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor, que los conducirá a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos. Comentario a Apocali...

Nos dirigimos a los gentiles (Hch 13,14.43-52)

Domingo 4º de Pascua – C. 1ª lectura 14 Pablo y Bernabé siguieron desde Perge y llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. 43 Terminada la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, que les exhortaban y persuadían a permanecer en la gracia de Dios. 44 El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para oír la palabra del Señor. 45 Cuando los judíos vieron la muchedumbre se llenaron de envidia y contradecían con injurias las afirmaciones de Pablo. 46 Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: —Era necesario anunciaros en primer lugar a vosotros la palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles. 47 Pues así nos lo mandó el Señor: Te he puesto como luz de los g...