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Mostrando las entradas etiquetadas como Gálatas

¡Abbá! Padre (Ga 4,4-7)

Santa María, Madre de Dios - 2ª lectura 4 Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, 5 para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y, puesto que sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abbá, Padre!» 7 De manera que ya no eres siervo, sino hijo; y como eres hijo, también heredero por gracia de Dios. Comentario a Gálatas 4,4-7 En Cristo, Dios ofrece a todos los hombres la posibilidad de llegar a ser hijos suyos, y a todos envía el Espíritu de su Hijo. «Cualquier hombre que cree (...) ya no pertenece a la ascendencia de su padre carnal, sino a la simiente del Salvador, que se hizo precisamente Hijo del hombre, para que nosotros pudiésemos llegar a ser hijos de Dios» (S. León Magno, Sermo 6 in Nativitate 2). ...

Que no me gloríe sino en la cruz de Jesús (Ga 6,14-18)

14º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 14 ¡Que yo nunca me gloríe más que en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo! 15 Porque ni la circuncisión ni la falta de circuncisión importan, sino la nueva criatura. 16 Para todos los que sigan esta norma, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios. 17 En adelante, que nadie me importune, porque llevo en mi cuerpo las señales de Jesús. 18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu. Amén. San Pablo era consciente que la predicación de Cristo crucificado constituía escándalo para los judíos y locura para los paganos (cfr 1 Co 1,23). Sin embargo, el misterio de la cruz era la esencia de la predicación apostólica (cfr Hch 2,22-24; 3,13-15; etc.), ya que en él está toda posibilidad de vida y salvación eterna. Los judaizantes se jactaban de llevar en su carne la circuncisión, señal de la Antigua Alianza. Pablo , en ca...

La libertad cristiana (Ga 5,1.13-18)

13º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 1 Para esta libertad Cristo nos ha liberado. Manteneos, por eso, firmes, y no os dejéis sujetar de nuevo bajo el yugo de la servidumbre. 13 Porque vosotros, hermanos, fuisteis llamados a la libertad. Pero que esta libertad no sea pretexto para la carne, sino servíos unos a otros por amor. 14 Pues toda la Ley se resume en este único precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 15 Y si os mordéis y os devoráis unos a otros, mirad que acabaréis por destruiros. 16 Y os digo: caminad en el Espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. 17 Porque la carne tiene deseos contrarios al espíritu, y el espíritu tiene deseos contrarios a la carne, porque ambos se oponen entre sí, de modo que no podéis hacer lo que os gustaría. 18 Si os dejáis conducir por el Espíritu, no estáis sujetos a la Ley. Para Pablo la libertad cristiana no significa libertinaje: la ley de Cristo confirma y profundiza el Decálogo (vv. 13-15). Cr...

Os habéis revestido de Cristo (Ga 3,26-29)

12º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 26 En efecto, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. 27 Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. 28 Ya no hay diferencia entre judío y griego, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer, porque todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús. 29 Si vosotros sois de Cristo, sois también descendencia de Abrahán, herederos según la promesa. San Pablo acaba de decir en el párrafo anterior que la Ley fue dada por Dios como «pedagogo» —el criado que en tiempos de Pablo estaba para cuidar de los niños y llevarlos a la escuela— para guiar a los hombres a Cristo (vv. 23-25). Con la redención de Jesucristo (v. 26), el hombre alcanza su mayoría de edad y con ella se ve libre del pedagogo. Por la fe en Cristo y mediante el Bautismo se hace hijo de Dios y se reviste de Cristo (v. 27), «no de cualquier hermosura o de cualquier valor —glosa San Juan de Ávila—, sino del mismo Jes...

Cristo me amó y se entregó por mí (Ga 2,16.19-21)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 16 Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley , sino por medio de la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley , ya que por las obras de la Ley ningún hombre será justificado. 19 Porque yo por la Ley he muerto a la Ley , a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucificado: 20 vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No anulo la gracia de Dios; pues si la justicia viene por medio de la Ley , entonces Cristo murió por nada. Es comprensible que los fieles de Jerusalén, crecidos en la religión israelita, siguieran las costumbres judías, pero San Pablo se da cuenta del peligro de fondo que entrañaba aferrarse a esas prácticas, y por eso proclama la novedad de la fe cristiana: sólo la adh...

La vocación de Pablo (Ga 1, 11-19)

10º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 11 Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio que yo os he anunciado no es algo humano; 12 pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. 13 Porque habéis oído de mi conducta anterior en el judaísmo: cómo perseguía con saña a la Iglesia de Dios y la combatía, 14 y aventajaba en el judaísmo a muchos contemporáneos de mi raza, por ser extremadamente celoso de las tradiciones de mis padres. 15 Pero cuando Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien 16 revelar en mí a su Hijo para que le anunciara entre los gentiles, enseguida, sin pedir consejo a la carne ni a la sangre, 17 y sin subir a Jerusalén a ver a los apóstoles, mis predecesores, me retiré a Arabia, y de nuevo volví a Damasco. 18 Luego, tres años después, subí a Jerusalén para ver a Cefas, y permanecí a su lado quince días; 19 pero no vi a ningún otro de los apóstoles, excepto a San...

Los frutos del Espíritu (Ga 5,16-25)

Pentecostés – B. 2ª lectura 16 Y os digo: caminad en el Espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. 17 Porque la carne tiene deseos contrarios al espíritu, y el espíritu tiene deseos contrarios a la carne, porque ambos se oponen entre sí, de modo que no podéis hacer lo que os gustaría. 18 Si os dejáis conducir por el Espíritu, no estáis sujetos a la Ley. 19 Ahora bien, están claras cuáles son las obras de la carne: la fornicación, la impureza, la lujuria, 20 la idolatría, la hechicería, las enemistades, los pleitos, los celos, las iras, las riñas, las discusiones, las divisiones, 21 las envidias, las embriagueces, las orgías y cosas semejantes. Sobre ellas os prevengo, como ya os he dicho, que los que hacen esas cosas no heredarán el Reino de Dios. 22 En cambio, los frutos del Espíritu son: la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, 23 la mansedumbre, la continencia. Contra estos frutos no hay ley. 24 Los que son de Jesuc...