1,2 ¿Hasta
cuándo, Señor, pediré auxilio
sin que me escuches?
¿Gritaré a Ti: «¡Violencia!»,
sin que me salves?
3 ¿Por
qué me haces ver la iniquidad,
y contemplar la fatiga?
Pues ante mí están la desolación y la
violencia,
surgen contiendas y se promueven
riñas.
2,2 El
Señor me respondió diciendo:
«Escribe la visión,
grábala clara en tablillas,
para que pueda leerse de corrido.
3 Porque
la visión aguarda su tiempo,
aspira a su fin, pero no defrauda;
si se demora, espérala,
pues de cierto llegará sin falta».
4 Se
derrumbará el que no tiene alma recta,
pero el justo vivirá por su fidelidad.
En esta primera parte de este libro se concentran el mensaje y las
circunstancias históricas de la obra. Parece un diálogo entre el Señor y el
profeta.
Primero, lamento del profeta ante Dios enumera los desastres que sufre
el pueblo: iniquidades, violencia, robo, incumplimiento de la Ley , injusticias, etc. (1,3-4).
Sin embargo, lo que le parece más grave al profeta es que el Señor permanezca
impasible, y no actúe (1,2). La fuerza de las palabras de Habacuc está
probablemente en que no son un simple lamento sino una oración, porque la
oración no debe ser artificial, sino vital: «Le digo a Dios simplemente lo que
quiero decirle, sin componer frases hermosas, y él siempre me entiende... Para
mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada hacia el
cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en
medio de la alegría» (S. Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos, 25).
A continuación, Dios, como para darle la razón al profeta, contesta a
sus preguntas. Lo primero que aclara el Señor es que cuanto dice se cumplirá:
es posible que pase el tiempo, pero no su palabra (vv. 2-3). Y esto tiene sus
consecuencias: esa espera será criba de fidelidad (v. 4).
Este último versículo —«Se derrumbará el que no tiene alma recta, pero
el justo vivirá por su fidelidad»— es importante en la tradición bíblica, tanto
judía como cristiana. Para algunos rabinos era el compendio de los 613
mandamientos de la Ley ;
para los comentaristas de Qumrán significaba que quien cumpliera la Ley se vería libre del juicio,
y en el Nuevo Testamento se cita en varias ocasiones para significar la fuerza
de la fe y la necesidad de la fortaleza.
Sin embargo, presenta dificultades en su vocabulario y una cierta
ambigüedad que se refleja en las traducciones y en la actualización del texto
en el Nuevo Testamento. La forma «se derrumbará» —que también se podría
traducir «se vendrá abajo», «se volverá atrás»— es traducción del griego más
que del texto hebreo, cuya forma significaría más bien «se engalla», «se
hincha». La Carta a los
Hebreos (10,38), cita este texto, desde la traducción griega, para exhortar
a la perseverancia en la fe recibida: «Mi justo vivirá de fe, y, si se volviera
atrás, mi alma no se complacerá en él». Aunque el autor de la Carta invierte el orden de
Habacuc, el texto de Hebreos profundiza en el mismo sentido expuesto por el
profeta, actualizándolo en la vida de aquellos cristianos.
Del mismo modo, «fidelidad» traduce una expresión hebrea muy común (‘emunah) que significa estabilidad,
fidelidad, fe. Se dice de Dios (Dt 32,4) y es también característica de los que
le honran (2 Cro 19,9) y son justos a sus ojos (Pr 12,22). En Rm 1,17 y Ga
3,11, San Pablo cita la segunda parte del versículo de Habacuc —«el justo
vivirá de la fe»— en sentido individual, para fundamentar la doctrina de la
justificación por la fe sin necesidad de las obras de la Ley. Esta cita de San
Pablo es la que ha dado enorme relevancia al texto del profeta en el ámbito
cristiano.
La interpretación de San Jerónimo, contempla los dos horizontes del
texto: el de los primeros destinatarios, y el del cristiano: «Si tu fe duda y
piensas que no va a venir lo que prometo, tendrás la gran culpa de desagradar a
mi alma. Pero el justo que cree en mis palabras y no duda de las cosas que
prometo, tendrá como premio la vida eterna (...). Manifiestamente, en estas
palabras hay una profecía de la venida de Cristo. De donde la cuestión
propuesta se resuelve: hasta que Él venga, la iniquidad dominará en el mundo y
el juicio no llegará a su fin» (Commentarii
in Abacuc 2,4). Pero el texto tiene forma de máxima, y por eso es de fácil
actualización en la vida cristiana. Así, por ejemplo, como el Nuevo Testamento
dice de San José que era justo (cfr Mt 1,19), se le puede aplicar el texto de
Habacuc como señal de que la justicia comporta la fe: «No está la justicia en
la mera sumisión a una regla: la rectitud debe nacer de dentro, debe ser honda,
vital, porque el justo vive de la fe (Ha
2,4). Vivir de la fe: Esas palabras que fueron luego tantas veces tema de
meditación para el apóstol Pablo, se ven realizadas con creces en San José. Su
cumplimiento de la voluntad de Dios no es rutinario ni formalista, sino
espontáneo y profundo. La ley que vivía todo judío practicante no fue para él
un simple código ni una recopilación fría de preceptos, sino expresión de la
voluntad de Dios vivo. Por eso supo reconocer la voz del Señor cuando se le
manifestó inesperada, sorprendente» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 41).
Comentarios
Docilidad, mansedumbre, humildad! Gracias, hoy particularmente me ha hecho falta ellas en el corazón, porque aunque siento q pongo de mi parte, la gracia es de él. Pulir éste carbón o darle forma al barro...me súplica quietud en el alma o me engallo. Paz y bien!