Ir al contenido principal

Que no me gloríe sino en la cruz de Jesús (Ga 6,14-18)

14º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura
14 ¡Que yo nunca me gloríe más que en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo!
15 Porque ni la circuncisión ni la falta de circuncisión importan, sino la nueva criatura. 16 Para todos los que sigan esta norma, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios.
17 En adelante, que nadie me importune, porque llevo en mi cuerpo las señales de Jesús.
18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu. Amén.
San Pablo era consciente que la predicación de Cristo crucificado constituía escándalo para los judíos y locura para los paganos (cfr 1 Co 1,23). Sin embargo, el misterio de la cruz era la esencia de la predicación apostólica (cfr Hch 2,22-24; 3,13-15; etc.), ya que en él está toda posibilidad de vida y salvación eterna. Los judaizantes se jactaban de llevar en su carne la circuncisión, señal de la Antigua Alianza. Pablo, en cambio, muestra que sólo hay una señal que sea motivo de gloria: la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, con la que selló la Nueva Alianza y cumplió la Redención. Ésa es la señal del cristiano. La cruz de Cristo, lejos de ser una locura, es la fuerza y la sabiduría de Dios.
En continuidad con las palabras de San Pablo, la tradición cristiana ha dejado escritas en honor a la cruz páginas de gran piedad. Así, por ejemplo, en una homilía pascual del siglo II, de autor desconocido, se dice: «Cuando me sobrecoge el temor de Dios, la Cruz es mi protección; cuando tropiezo, mi auxilio y mi apoyo; cuando combato, el premio; y cuando venzo, la corona. La Cruz es para mí una senda estrecha, un camino angosto: la escala de Jacob, por donde suben y bajan los ángeles, y en cuya cima se encuentra el Señor». San Anselmo, por su parte, comenta: «¡Oh Cruz, que has sido escogida y preparada para bienes tan inefables!, eres alabada y ensalzada no tanto por la inteligencia y la ­lengua de los hombres, ni aun de los ­ángeles, como por las obras que gracias a ti se rea­lizaron. ¡Oh Cruz, en quien y por quien me han venido la salvación y la vida, en quien y por quien me llega todo bien!, Dios no quiera que yo me glorie si no es en ti» (Meditationes et orationes 4). Y Santa Edith Stein escribe: «El alma fue creada para la unión con Dios mediante la Cruz, redimida en la Cruz, consumada y santificada en la Cruz, pa­ra quedar marcada con el sello de la Cruz por toda la eternidad» (Ciencia de la Cruz 337).
La expresión «nueva criatura» (v. 15) señala la transcendencia de la gracia divina sobre toda acción humana: si las cosas existen porque han sido creadas, el hombre vive en el orden sobrenatural porque ha sido «creado de nuevo»: «Hemos sido creados —comenta Santo Tomas de Aquino— y hemos recibido el ser natural por medio de Adán; pero aquella criatura ya había envejecido, se había corrompido, y por esto el Señor, al hacernos y al constituirnos en el estado de gracia, obró una especie de criatura nueva. (...). Así pues, por medio de la nueva criatura, es decir, por la fe en Cristo y por el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, somos renovados y nos unimos a Cristo» (Super Galatas, ad loc.).

Las «señales» del v. 17 evocan las marcas que en la antigüedad se hacían a los esclavos para señalar a qué familia pertenecían. San Pablo podría aludir a esa costumbre para declararse siervo del Señor, signado por las cicatrices y los sufrimientos de la proclamación del Evangelio, que en cualquier caso son más gloriosas que las de la circuncisión.

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Desde la eternidad fue formada la Sabiduría (Pr 8,22-31)

Santísima Trinidad – C. 1ª lectura 22 El Señor me tuvo al principio de sus caminos, antes de que hiciera cosa alguna, desde antaño. 23 Desde la eternidad fui formada, desde el comienzo, antes que la tierra. 24 Cuando no existían los océanos fui dada a luz, cuando no había fuentes repletas de agua. 25 Antes que se asentaran los montes, antes que las colinas fui dada a luz. 26 Aún no había hecho la tierra ni los campos, ni el polvo primero del mundo. 27 Cuando asentaba los cielos, allí estaba yo, cuando fijaba un límite a la superficie del océano, 28 cuando sujetaba las nubes en lo alto, cuando consolidaba las fuentes del océano, 29 cuando ponía su límite al mar para que las aguas no lo traspasaran, cuando fijaba los cimientos de la tierra, 30 yo estaba proyectando junto a Él, lo deleitaba día a día, actuando ante Él en todo momento, 31 jugando con el orbe de la tierra, y me deleitaba con los hijos de Adán. Comentario a Proverbios 8,22-31 La Sabidurí...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Bautizados en un mismo espíritu (1 Co 12,3b-7.12-13)

Pentecostés – 2ª lectura 3 Nadie puede decir: «¡Señor Jesús!», sino por el Espíritu Santo. 4 Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo; 5 y diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; 6 y diversidad de acciones, pero Dios es el mismo, que obra todo en todos. 7 A cada uno se le concede la manifestación del Espíritu para provecho común. 12 Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13 Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, tanto siervos como libres, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Comentario a 1 Corintios 12,3-13 Parece que entre los corintios paganos se daban fenómenos de exaltación religiosa, como entrar en trance, acom...