28º domingo del Tiempo ordinario – C.
Evangelio
11 Al
ir de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea; 12
y, cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos,
que se detuvieron a distancia 13 y le dijeron gritando:
—¡Jesús, Maestro, ten piedad de
nosotros!
14 Al
verlos, les dijo:
—Id y presentaos a los sacerdotes.
Y mientras iban quedaron limpios. 15
Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, 16
y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano. 17
Ante lo cual dijo Jesús:
—¿No son diez los que han quedado
limpios? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No ha habido quien
volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?
19 Y
le dijo:
—Levántate y vete; tu fe te ha
salvado.
Según la Ley
de Moisés (Lv 13,45-46), para evitar el contagio, los leprosos debían vivir
lejos de la gente y dar muestras visibles de su enfermedad; de ahí que estos
diez se mantengan a distancia de Jesús y le hagan su petición a gritos (vv.
12-13). El lugar donde se desarrolla el episodio explica que anduviera un
samaritano junto con unos judíos. Había una antipatía mutua entre ambos pueblos
(cfr Jn 4,9), pero el dolor unía a los leprosos por encima de los
resentimientos de raza.
Aquellos hombres reaccionaron con fe ante la indicación de Jesús (v.
14), pero sólo uno de ellos une el agradecimiento a la fe: un samaritano. Jesús
califica esta acción como «dar gloria a Dios» (v. 18), y de ahí que si los diez
han sido curados, sólo de este extranjero se dice que también ha sido «salvado»
(v. 19). La escena queda así como un ejemplo de lo que Jesús había anunciado en
su discurso inaugural en la sinagoga de Nazareth (cfr 4,27). Es asimismo una
invitación a ser agradecidos con Dios: «¿Qué cosa mejor podemos traer en el
corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras:
“Gracias a Dios”? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con
mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad»
(S. Agustín, Epistolae 41,1).
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