28º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio
Comentario a Lucas 17,11-19
Según la Ley de Moisés (Lv 13,45-46), para evitar el contagio, los leprosos debían vivir lejos de la gente y dar muestras visibles de su enfermedad; de ahí que estos diez se mantengan a distancia de Jesús y le hagan su petición a gritos (vv. 12-13). El lugar donde se desarrolla el episodio explica que anduviera un samaritano junto con unos judíos. Había una antipatía mutua entre ambos pueblos (cfr Jn 4,9), pero el dolor unía a los leprosos por encima de los resentimientos de raza.
Aquellos hombres reaccionaron con fe ante la indicación de Jesús (v. 14), pero sólo uno de ellos une el agradecimiento a la fe: un samaritano. Jesús califica esta acción como «dar gloria a Dios» (v. 18), y de ahí que si los diez han sido curados, sólo de este extranjero se dice que también ha sido «salvado» (v. 19). La escena queda así como un ejemplo de lo que Jesús había anunciado en su discurso inaugural en la sinagoga de Nazareth (cfr 4,27). Es asimismo una invitación a ser agradecidos con Dios: «¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras: “Gracias a Dios”? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad» (S. Agustín, Epistolae 41,1).

Comentarios