30º domingo del Tiempo ordinario – C.
1ª lectura
12
El Señor es juez,
y en Él no cuenta la categoría de las
personas,
13
ni hace acepción de personas contra el pobre,
pero, en cambio, escucha la plegaria
del oprimido.
14
No desestima la súplica del huérfano,
ni de la viuda, cuando se desahoga en
lamentos.
16
El que sirve a Dios será escuchado con benevolencia,
su plegaria subirá hasta las nubes.
17
La oración del humilde traspasa las nubes,
y hasta que no alcanza su fin no se contenta,
18 ni desiste hasta que el Altísimo la atienda,
y haga justicia a los justos dictando
sentencia.
El Sirácida dice quién es Dios —un buen pagador, juez justo, que
retribuye a cada uno según sus obras— y quién es el escuchado por Dios: el que
da con generosidad, el oprimido, el huérfano y la viuda, el que le sirve, el
humilde.
La mayor parte de estas cualidades —tanto las de Dios como las de
quien se dirige a Él— las ve el lector del Nuevo Testamento compendiadas en la
actitud de Jesús con los enfermos, pecadores y desvalidos.
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