31º domingo del Tiempo
ordinario – C. 2ª lectura
11 También
por eso oramos en todo momento por vosotros, para que nuestro Dios os haga
dignos de su vocación, y con su poder haga realidad todos vuestros deseos de
hacer el bien y de practicar la fe, 12 para que así el nombre de
nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la
gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
2,1 En
cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con él,
os rogamos, hermanos, 2 que no se inquiete fácilmente vuestro ánimo
ni os alarméis: ni por revelaciones, ni por rumores, ni por alguna carta que se
nos atribuya, como si fuera inminente el día del Señor.
La frase «según la gracia de nuestro
Dios y del Señor Jesucristo» (v. 12) admite otra posible traducción del griego:
«Según la gracia de nuestro Dios y Señor Jesucristo». En este segundo caso
estaríamos ante una confesión de fe en la divinidad de Jesucristo: Cristo, Dios
y Señor. Esta expresión, que se hizo muy común con posterioridad, tiene aquí un
gran valor por su antigüedad.
A continuación se afronta el tema
central de la carta: el momento de la segunda venida del Señor (Parusía), que
algunos consideraban inminente. San Pablo dice a los tesalonicenses que se
mantengan serenos porque todavía no se han dado los signos que precederán a la Parusía.
La incertidumbre acerca del momento en
que acontecerá la Parusía
no es obstáculo para una vida cristiana auténtica, ni fuente de desasosiego,
sino que —como lo hace notar San Atanasio— resulta beneficiosa: «No conocer
cuándo será el fin ni cuándo será el día del fin es útil a los hombres. Si lo
conocieran, despreciarían el tiempo intermedio, aguardando los días próximos a
la consumación. En efecto, sólo entonces alegarían motivos para pensar en ellos
mismos. Por esto guardó silencio sobre la consumación de la muerte de cada uno
para que los hombres no se enorgullecieran con tal conocimiento y no comenzaran
a pasar la mayor parte del tiempo irreflexivamente. Ambas cosas, la consumación
de todo y el final de cada uno, nos lo ocultó el Verbo (pues en la consumación
de todo se halla la consumación de cada uno y en la de cada uno se contiene la
del todo) para que siendo incierto y siempre esperado, cada día avancemos como
llamados, tendiendo hacia lo que está delante de nosotros y olvidando lo que
está detrás (Flp 3, 13)» (S. Atanasio Contra
Arianos 3,49).
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