1º domingo de Cuaresma – C. 1ª lectura
4 El
sacerdote tomará la cesta de tu mano y la colocará ante el altar del Señor, tu
Dios. 5 Tú continuarás diciendo ante el Señor, tu Dios:
— Mi padre era un arameo errante, que
bajó a Egipto, donde moró con unos pocos hombres; pero llegó a ser allí una
nación grande, fuerte y numerosa. 6 Luego los egipcios nos
maltrataron, nos humillaron y nos impusieron una servidumbre durísima. 7 Entonces
clamamos al Señor, Dios de nuestros padres. El Señor oyó nuestro clamor y se
fijó en nuestra miseria, nuestra fatiga y nuestra opresión. 8 Y el
Señor nos sacó de Egipto con mano poderosa y brazo extendido, en medio de gran
terror, señales y prodigios. 9 Y nos condujo a este lugar y nos ha
dado esta tierra, una tierra que mana leche y miel. 10 Así que ahora
he traído las primicias de los frutos del suelo que me ha dado el Señor.
Y dejándolas ante el Señor, tu Dios,
te prosternarás en su presencia.
El Código Deuteronómico, que se había iniciado con la ley del
Santuario único (cfr cap. 12), recoge en su parte final las oraciones que con
motivo de la ofrenda de las primicias debían recitarse en dicho Santuario.
El ofrecimiento de las primicias de la tierra era un modo adecuado de
manifestar el agradecimiento de Israel por las hazañas de Dios —magnalia Dei—, por los prodigios con que
los había librado de la esclavitud de Egipto y establecido en la tierra
prometida.
La oración que se recita en esos momentos (vv. 5-9) constituye una
especie de «Credo» histórico-teológico del israelita, de singular importancia,
que encierra los rasgos fundamentales de la fe del Antiguo Testamento. Es un
resumen de la historia de Israel, centrado en la liberación de Egipto y en su
establecimiento en la tierra prometida. Ambas acciones salvíficas constituyen
un paradigma: son los quicios sobre los que gira este «credo» expresados en los
vv. 8 y 9. Otros pasajes del Antiguo Testamento con semejantes «profesiones de
fe» se encuentran en Dt 6,20-23; Jos 24,1-13; Ne 9,4ss.; Jr 32,16-25 y Sal 136.
Jacob es presentado como personaje clave de los orígenes del pueblo de
Israel; personifica la era patriarcal. Al señalarle, no por su nombre, sino
como un «arameo errante» (v. 5), se estaría poniendo de relieve el contraste
entre la miserable situación anterior y el asentamiento en la tierra prometida.
Jacob podía ser llamado arameo porque los orígenes de Abrahán pueden ser
conectados con las inmigraciones de tribus arameas. En relación con ese origen
hay que considerar los largos años de Jacob pasados en Aram-Naharaim, al
noroeste de Mesopotamia, y sus mujeres arameas (Gn 29-30). La oración de la
ofrenda de las primicias resalta el contraste entre la pobreza del arameo sin
patria y sin tierra y la prosperidad del agricultor-ganadero rico, con una
«buena tierra» dada por Dios, así como el disfrute de la libertad.
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