3º domingo de Cuaresma – C. 2ª lectura
1 No
quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la
nube, y todos atravesaron el mar, 2 y para unirse a Moisés todos
fueron bautizados en la nube y en el mar, 3 y todos comieron el
mismo alimento espiritual, 4 y todos bebieron la misma bebida
espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era
Cristo. 5 Pero la mayoría de ellos no agradó a Dios, puesto que
cayeron muertos en el desierto.
6 Estas
cosas sucedieron como en figura para nosotros, para que no codiciemos lo malo
como lo codiciaron ellos, 10 ni murmuréis, como algunos de ellos
murmuraron, y perecieron a manos del exterminador. 11 Todas estas
cosas les sucedían como en figura; y fueron escritas para escarmiento nuestro,
para quienes ha llegado la plenitud de los tiempos. 12 Así pues, el
que piense estar en pie, que tenga cuidado de no caer.
El éxodo de los israelitas desde Egipto a la tierra prometida es
fundamental en la historia de la salvación, y punto de referencia de la
predilección divina. A pesar de los prodigios realizados por Dios con su pueblo
durante ese tiempo, la mayoría de los israelitas murieron durante el trayecto
por sus numerosas infidelidades.
San Pablo enseña con ello una lección: hay que desconfiar de las
propias fuerzas, porque se puede ser infiel a Dios y recibir su reprobación:
«Los beneficios de Dios a este pueblo [el hebreo] eran figura de los beneficios
que debía concedernos un día por el Bautismo y la Eucaristía. Y los
castigos son figura de los castigos reservados para nuestra ingratitud. El
Apóstol nos lo recuerda con el deseo de que estemos más vigilantes» (S. Juan
Crisóstomo, In 1 Corinthios 23, ad loc.).
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