2º domingo de Cuaresma – C. 2ª lectura
Comentario a Filipenses 3,17-4,1
La imitación de los santos —y no la de los enemigos de la cruz del Señor— es camino seguro para ser eficaces en el servicio a Dios y a los demás. Como ciudadanos del Cielo los cristianos debemos vivir una vida alegre y confiada, propia de hijos de Dios, que se funda en la esperanza de la venida del Señor y de la resurrección.
Además, conviene observar la actitud pastoral de San Pablo. Él mismo da ejemplo con su vida de todo lo que predica. «¡No hay mejor enseñanza que el ejemplo del maestro! —exclama San Juan Crisóstomo, comentando este pasaje—. Por este camino el maestro está seguro de lograr que el discípulo se decida a seguirlo. Hablad con sabiduría, instruid con toda la elocuencia posible (...), pero vuestro ejemplo causará una impresión más fuerte y más decisiva (...). Cuando vuestras obras sean consecuentes con vuestras palabras, no habrá nada que se os pueda objetar» (In Philippenses, ad loc.).
La exhortación del v. 17 no debe interpretarse como una falta de humildad. En otras cartas también San Pablo anima a los cristianos a que le imiten. Pero en 1 Co 11,1 precisa que deben imitarle en cuanto que él es imitador de Cristo. La verdadera humildad no está reñida con un reconocimiento de las propias virtudes, mientras no se pierda de vista que todo lo bueno que uno tiene es recibido de Dios.
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