5º domingo de Cuaresma – C. 2ª lectura
8 Considero
que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor. Por él perdí todas las cosas, y las considero como basura con tal de
ganar a Cristo 9 y vivir en él, no por mi justicia, la que procede
de la Ley , sino
por la que viene de la fe en Cristo, justicia que procede de Dios, por la fe. 10
Y, de este modo, lograr conocerle a él y la fuerza de su resurrección, y
participar así de sus padecimientos, asemejándome a él en su muerte, 11 con
la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos.
12 No
es que ya lo haya conseguido, o que ya sea perfecto, sino que continúo
esforzándome por ver si lo alcanzo, puesto que yo mismo he sido alcanzado por
Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo no pienso haberlo conseguido aún;
pero, olvidando lo que queda atrás, una cosa intento: lanzarme hacia lo que
tengo por delante, 14 correr hacia la meta, para alcanzar el premio
al que Dios nos llama desde lo alto por Cristo Jesús.
Todo lo que antes de su conversión constituía para él timbre de
gloria, ahora carece de valor comparado con el sublime conocimiento de Cristo.
Es éste el que hace justo al hombre, no la Ley de Moisés (cfr Rm 3,21). Por eso, es necesario
dejar todo por Cristo y esforzarse por ir configurándose con Él hasta alcanzar
la gloria de la resurrección. En esta tarea vale la pena poner todo el empeño
posible. Como dice Santa Teresa de Jesús, «importa mucho, y el todo, (...) una
grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga
lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabaje lo que trabajare, murmure
quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera me muera en el camino o no
tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo» (Camino de perfección 35,2).
A continuación San Pablo insiste en que siempre es necesario
esforzarse por crecer en santidad. Sirviéndose de una comparación muy
expresiva, tomada de las carreras en el estadio, el Apóstol habla de la lucha
ascética como de algo positivo, de un verdadero deporte sobrenatural con
auténtico afán de progreso interior. «Que siempre te desagrade lo que eres, si
quieres llegar a lo que todavía no eres. Pues cuando te agradaste a ti mismo,
ahí te quedaste. Pues si dijeras “basta”, en ese momento has perecido. Crece
siempre, camina siempre, avanza siempre, no te quedes en el camino, no vuelvas
atrás, no te desvíes. Se queda quien no avanza: retrocede quien se vuelve a las
cosas que ya había dejado; se desvía quien apostata. Es mejor andar cojo por el
camino que correr fuera del camino» (S. Agustín, Sermones 169,18).
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