Ir al contenido principal

El Mesías nacerá en Belén (Mi 5,1-4a)

4º domingo de Adviento – C. 1ª lectura
1 Pero tú, Belén Efrata,
aunque tan pequeña entre los clanes de Judá,
de ti me saldrá
el que ha de ser dominador en Israel;
sus orígenes son muy antiguos,
de días remotos.
2 Por eso Él los entregará hasta el tiempo
en que dé a luz la que ha de dar a luz.
Entonces, el resto de sus hermanos
volverá junto a los hijos de Israel.
3 Él estará firme, y apacentará con la fuerza del Señor,
con la majestad del Nombre del Señor, su Dios;
y ellos podrán reposar,
porque él será grande
hasta los confines de la tierra.
4a Él mismo será la Paz.
El horizonte, entenebrecido por unos momentos en los versículos precedentes (4,9-14), vuelve a abrirse alegre con el anuncio de un «dominador», o gobernante en Israel, que ha de nacer, «salir», de Belén, una ciudad de la región de «Efrata» (Gn 35,16). Con frecuencia se distingue la región de su ciudad más importante (1 S 17,12), pero en algunos textos ambas se identifican (Gn 35,19).
En el estilo típico de los oráculos de salvación abundan los contrastes: el rey anunciado tendrá comienzos humildes, puesto que nacerá en una ciudad pequeña («tan pequeña» podría también traducirse como «la más pequeña», v. 1), pero serán comienzos honrosos, puesto que Belén es la cuna de David y, por tanto, el lugar que confirmaba la pertenencia al linaje davídico; será de origen muy antiguo, pero para percibir su presencia habrá que esperar a que «dé a luz la que tiene que dar a luz» (v. 2); se limitará a reunir a sus hermanos, pero su acción benéfica alcanzará los confines de la tierra (v. 3). Todos estos datos no pueden referirse al monarca contemporáneo al profeta, sino al futuro rey-Mesías. El texto contiene muchos elementos rela­cionados con los pasajes mesiánicos de ­Isaías (7,14; 9,5-6; 11,1-4) y también con los que anuncian un futuro descendiente de David (2 S 7,12-16; Sal 89,4).
La tradición judía vio en el texto de Miqueas un vaticinio mesiánico, como ha quedado reflejado en varios pasajes del Talmud (Pesajim 51,1 y Nedarim 39,2). El Nuevo Testamento contiene algunas alusiones claras, como la recogida en el Evangelio de San Juan, que muestra la opinión que tenían los contemporáneos de Jesús sobre la procedencia del Mesías: «¿Acaso el Cristo viene de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David?» (Jn 7,40-42); pero sobre todo en el primer evangelio se aplica este texto directamente a Jesús, nacido en Belén (Mt 2,4-6): el evangelista modifica sutilmente la calificación de la ciudad de David (dice «ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá», en lugar de «eres la menor...» del texto de Miqueas), con la intención de ensalzar más la figura de Jesús-Mesías.
Siguiendo esta interpretación del Evangelio de San Mateo, la tradición cristiana ha visto en el pasaje de Miqueas el anuncio del nacimiento de Jesús en Belén. Son abundantes las explicaciones de los Santos Padres que intentaban convencer a los judíos de que Jesús es el verdadero Mesías esperado. Así lo mostraba Tertuliano: «Puesto que los hijos de Israel afirman que nosotros erramos al recibir a Cristo, que ya vino, mostrémosles desde las mismas Escrituras que el Cristo anunciado ya ha venido (...). Era necesario que Él naciese en Belén de Judá pues así está escrito en el profeta: Y tú, Belén, no eres la más pequeña...» (Adversus iudaeos, 13). San Ireneo, por su parte, escribía: «A su vez, el profeta Miqueas dice también el lugar donde el Cristo debía nacer, a saber, en Belén de Judá, cuando se expresa así: Y tú, Belén de Judá, tú no eres insignificante entre los jefes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel. Pero Belén es también el país de David, de suerte que Él es de la descendencia de David, no sólo por la Virgen que lo ha dado a luz, sino también en cuanto que nació en Belén» (Demonstratio praedicationis apostolicae 63). 

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la...

Alégrate, llena de gracia (Lc 1,26-38)

Inmaculada concepción – Evangelio 26 En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David. La virgen se llamaba María. 28 Y entró donde ella estaba y le dijo: —Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. 29 Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué podía significar este saludo. 30 Y el ángel le dijo: —No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: 31 concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, 33 reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin. 34 María le dijo al ángel: ...

Pondré enemistad entre ti y la mujer (Gn 3,9-15)

10º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura 9 El Señor Dios llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? 10 Éste contestó: —Oí tu voz en el jardín y tuve miedo porque estaba desnudo; por eso me oculté. 11 Dios le preguntó: —¿Quién te ha indicado que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te prohibí comer? 12 El hombre contestó: —La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí. 13 Entonces el Señor Dios dijo a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho? La mujer respondió: —La serpiente me engañó y comí. 14 El Señor Dios dijo a la serpiente: —Por haber hecho eso, maldita seas entre todos los animales y todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre el vientre, y polvo comerás todos los días de tu vida. 15 Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón. Comentario a Génesis 3,9-15 El texto que escuchamos en la primera lectura de la Santa Misa se enmarca en e...