33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...
3º domingo de Adviento – C. 1ª lectura
14 Canta de gozo, hija de Sión,
alborózate, Israel,
alégrate y disfruta de todo corazón,
hija de Jerusalén:
15 El Señor revocó tu sentencia,
echó afuera a tus enemigos;
el Señor, Rey de Israel,
está en medio de ti;
no temerás más la desgracia.
16 Aquel día se dirá a Jerusalén:
«¡No temas, Sión,
no desfallezcan tus manos!
17 El Señor, tu Dios,
está en medio de ti
como poderoso Salvador.
Él disfrutará de ti con alegría,
te renovará su amor,
se regocijará en ti con canto alegre,
18 como en los días de fiesta.
Comentario a Sofonías3,14-18
Ahora la promesa de salvación se transforma en un canto de júbilo. El Señor, Salvador, viviendo en medio de su pueblo (v. 17), hace que todo sea alegría (v. 14) y no haya lugar para el temor (v. 16).
El lector cristiano, al leer estos versículos no puede dejar de pensar en la escena de la anunciación a Santa María. También a María, la Virgen humilde (Lc 1,48), se le invita a alegrarse (Lc 1,28) y a no tener miedo (Lc 1,30), porque el Señor está con Ella (Lc 1,28). Y es que, realmente, con la Encarnación del Verbo, el Señor pasó a habitar en medio de su pueblo, y la salvación prometida se vio realizada.

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