16 Los pastores vinieron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. 17 Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. 18 Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. 19 María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.
Comentario a Lucas 2,16-21
Dice el evangelista que los pastores fueron deprisa (v. 16) a Belén, porque como recuerda San Ambrosio «nadie busca a Cristo perezosamente» (Expositio Evangelii secundum Lucam, ad loc). Ya antes se había dicho que tras la Anunciación, Nuestra Señora, había ido deprisa (1,39) a visitar a Santa Isabel. El alma que ha dado entrada a Dios en su corazón vive con alegría la visita del Señor, y esa alegría da alas a su corazón.
En el Antiguo Testamento la circuncisión era el rito por el que un varón entraba a formar parte del pueblo elegido. Dios la había ordenado a Abrahán como señal de la Alianza con él y sus descendientes (Gn 17,10-14). Incluía la operación sobre el cuerpo, unas bendiciones y la imposición del nombre. Como otras veces (cfr. Lc 2,22-24.41), José y María cumplieron sus obligaciones legales, como las demás familias israelitas. Con este acto se señala la inserción de Jesús en su pueblo. En el Concilio de Jerusalén, hacia el año 49, los Apóstoles declararon abolida la necesidad del antiguo rito, que es sustituido ahora por el Bautismo, por el que el cristiano queda incorporado a la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios (cfr Hch 15,1-21; cfr también Catecismo de la Iglesia Católica, n. 527).
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