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No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...

Aquí vengo para hacer tu voluntad (Hb 10,5-10)

4º domingo de Adviento – C. 2ª lectura

5 Por eso, al entrar en el mundo, dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste,
pero me preparaste un cuerpo;
6 los holocaustos y sacrificios por el pecado
no te han agradado.
7 Entonces dije:
«Aquí vengo, como está escrito de mí
al comienzo del libro,
para hacer, oh Dios, tu voluntad».
8 Después de haber dicho antes: No quisiste ni te agradaron sacrificios y ofrendas ni holocaustos y víctimas expiatorias por el pecado —cosas que se ofrecen según la Ley—, 9 añade luego: Aquí vengo para hacer tu voluntad. Deroga lo primero para instaurar lo segundo. 10 Y por esa voluntad somos santificados de una vez para siempre, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo.

Comentario a Hebreos 10,5-10

La eficacia del sacrificio de Cristo radica en la obediencia perfecta a la voluntad del Padre (cfr 5,9). Ésta es la razón de la Encarnación, a la que se alude en los vv. 5-7 con una cita del Sal 40 según la versión griega. Por eso, la liturgia de la Iglesia recuerda este texto (vv. 4-10) en varios momentos, especialmente en la solemnidad de la Anunciación del Señor. «[Las palabras del salmo] nos hacen como penetrar en los abismos insondables de este abajamiento del Verbo, de este humillarse por amor de los hombres hasta la muerte de Cruz (...) ¿Por qué esta obediencia, por qué este abajamiento, por qué este sufrimiento? Nos responde el Credo: “Propter nos homines et propter nostram salutem: por nosotros los hombres y por nuestra salvación” Jesús bajó del cielo para hacer subir allá arriba con pleno derecho al hombre, y, haciéndolo hijo en el Hijo, para restituirlo a la dignidad perdida con el pecado (...). Acojámosle. Digámosle también nosotros: Aquí estoy, vengo a hacer tu voluntad» (Juan Pablo II, Audiencia general, 25-III-1981).

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