19º domingo del Tiempo
ordinario – C. 2ª lectura
1 La
fe es fundamento de las cosas que se esperan, prueba de las que no se ven. 2
Por ella los antepasados han recibido un testimonio.
8 Por
la fe, Abrahán obedeció al ser llamado para ir al lugar que iba a recibir en
herencia, y salió sin saber adónde marchaba. 9 Por la fe, peregrinó
por la tierra prometida como en tierra extraña, y habitó en tiendas, igual que
harían Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas; 10 porque
esperaba la ciudad fundada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es
Dios. 11 Por la fe, también Sara, que era estéril, recibió vigor
para concebir, aun superada ya la edad oportuna, porque creyó que era digno de
fe el que se lo había prometido. 12 De modo que de uno solo, y ya
decrépito, nacieron hijos tan numerosos como las estrellas del cielo e
incontables como las arenas de las playas del mar.
13 En
la fe, murieron todos ellos, sin haber conseguido las promesas, sino viéndolas
y saludándolas desde lejos, y reconociendo que eran peregrinos y forasteros en
la tierra. 14 Los que hablaban así manifestaban que iban en busca de
una patria. 15 Pues si hubieran añorado la tierra de la que habían
salido, habrían tenido ocasión de volver a ella. 16 Pero aspiraban a
una patria mejor, es decir, a la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de
ser llamado Dios suyo, porque les ha preparado una ciudad.
17 Por
la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac, y el que había recibido las
promesas se dispuso a ofrecer a su único hijo 18 de quien se le
había dicho: En Isaac tendrás descendencia. 19 Pensaba, en efecto,
que Dios es poderoso incluso para resucitar de entre los muertos. Por eso lo
recobró y fue como un símbolo.
La exhortación a la fe mencionada al
final del capítulo anterior (Hb 10,39) da paso a un encendido elogio de la fe
de los antepasados, por la que recibieron un «testimonio» (v. 2), es decir,
reconocimiento divino. En primer lugar (v. 1) define la esencia de esta virtud:
por medio de la fe el creyente adquiere una certeza firme respecto a las
promesas divinas y una posesión anticipada de los bienes celestiales.
Entre todos los ejemplos de fe destaca
el de Abrahán (vv. 8-19), el modelo por antonomasia, en el Antiguo Testamento,
de fe en Dios (cfr 6,13ss.; Gn 12,1-4; Rm 4,1ss.; Ga 3,6-9). «Obedecer
(“ob-audire”) en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque
su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abrahán es el
modelo que nos propone la
Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la
misma» (Catecismo de la Iglesia Católica ,
n. 144).
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