Ir al contenido principal

Vendrán a Jerusalén de todas las naciones (Is 66,18-21)

21º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura

18 Yo, que conozco sus obras y sus pensamientos, vendré para reunir a todas las naciones y lenguas, que vendrán y verán mi gloria. 19 Pondré en ellos una señal y enviaré los supervivientes de ellos a las naciones, a Tarsis, Put, Lud, Mésec, Ros, Tubal y Yaván, a las islas remotas, que no oyeron hablar de mí ni vieron mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria a las naciones. 20 Traerán a todos vuestros hermanos de todas las naciones, como ofrenda al Señor, a caballo y en carros, en literas, en mulos y dromedarios a mi monte santo, a Jerusalén —dice el Señor—, del mismo modo que los hijos de Israel traen la oblación en recipientes puros al Templo del Señor. 21 Y tomaré también de entre ellos sacerdotes y levitas —dice el Señor—.

Comentario a Isaías 66,18-21

El libro de Isaías se cierra con un colofón, parte en prosa (66,18-21) y parte en verso (66,22-24). Primero se anuncia la proclamación de la gloria del Señor a las naciones, a la que éstas responderán peregrinando al Templo del Señor.

Los vv. 18-21 forman un pasaje a modo de inclusión literaria confrontado con 2,2-4: ambos textos vendrían a rubricar, de algún modo, el principio y el final del libro. En otras palabras: el exilio de Babilonia viene a ser el castigo divino al pueblo por los pecados de éste, por haber roto la Alianza. En el trasfondo quizá está gravitando la expulsión de los primeros padres del Edén (Gn 1,23): también Israel es expulsado de su tierra y de Sión, «la casa de Jacob» (2,6). Pero Dios, por su misericordia hacia su pueblo, le perdonará y lo hará entrar de nuevo en su «monte santo», en Jerusalén (v. 20), a cuyo retorno estarán asociadas «todas las naciones y lenguas» (v. 18). Este retorno indica la remisión completa de la culpa. De alguna manera, el libro de Isaías, de principio a fin, plantearía en resumen y de manera anticipada e imperfecta la misma historia de la salvación que recorre toda la Biblia: desde la expulsión del paraíso (Gn 3,23) hasta la visión de la «Jerusalén celestial» en los «nuevos cielos y la tierra nueva (v. 22 y Ap 21,1-27), en cuya plaza estará el «árbol de la vida» (Ap 22,14).

Teodoreto de Ciro entiende estas palabras como un anuncio del alcance soteriológico universal de la Encarnación y comenta que el profeta «ha mostrado que no sólo a causa de la salvación de los judíos asumió la forma de siervo, sino ofreciendo la salvación a todas las naciones» (Commentaria in Isaiam 66,18). La Carta Segunda a los Corintios atribuida a San Clemente Romano verá también en el v. 18 el anuncio de la Parusía del Señor: «Vendré a reunir a todas las naciones y lenguas. Esta expresión preanuncia el día de su aparición [de Jesús], cuando vuelva a rescatar a todos nosotros, a cada uno conforme a sus obras» (Epistula II ad Corinthios 17,4).

Los pueblos citados en v. 19 no siempre son fáciles de identificar, especialmente Ros, aunque es muy probable que Tarsis designe a España; Put, a Libia; Lud, a Lidia; Mésec, a Frigia; Tubal, a Cilicia; y Yaván, a Jonia, Grecia.

«Tomaré también de entre ellos sacerdotes» (v. 21). La interpretación de que Dios elegirá sacerdotes y levitas entre los paganos es posible, aunque no segura. Parece más probable que, a tenor del v. 22, sea el «linaje de Israel» el que detentará el sacerdocio santo; en cualquier caso, sería coherente con los horizontes de novedad y universalismo de los caps. 65 y 66 (cfr 61,6).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Si perseveramos, reinaremos con Él (2 Tm 2,8-13)

28º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 8 Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos, descendiente de David , como predico en mi evangelio, 9 por el que estoy sufriendo hasta verme entre cadenas como un malhechor: ¡pero la palabra de Dios no está encadenada! 10 Por eso, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación , que está en Cristo Jesús , junto con la gloria eterna. 11 Podéis estar seguros: Si morimos con él, también viviremos con él; 12 si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará; 13 si no somos fieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo. Comentario a 2 Timoteo 2,8-13 Los padecimientos de Pablo, encarcelado por predicar el Evangelio , son un título de gloria, pues en el martirio el discípulo se asemeja al Maestro. Por los méritos de Cristo se alcanza la salva­ción. Además, ninguna dificultad externa es obstáculo infranqueable para la difusión del Evangelio: ...

Pecado y arrepentimiento de David (2 S 12,7-10.13)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 7 Dijo entonces Natán a David: —Tú eres ese hombre. Así dice el Señor, Dios de Is­rael: «Yo te he ungido como rey de Israel; Yo te he librado de la mano de Saúl; 8 te he entregado la casa de tu señor y he puesto en tu regazo las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y, por si fuera poco, voy a añadirte muchas cosas más. 9 ¿Por qué has despreciado al Señor, haciendo lo que más le desagrada? Has matado a espada a Urías, el hitita; has tomado su mujer como esposa tuya y lo has matado con la espada de los amonitas. 10 Por todo esto, por haberme despreciado y haber tomado como esposa la mujer de Urías, el hitita, la espada no se apartará nunca de tu casa». 13 David dijo a Natán: —He pecado contra el Señor. Natán le respondió: —El Señor ya ha perdonado tu pecado. No morirás. En el párrafo anterior a éste, Natán acaba de interpelar a David con una de las parábolas más bellas del Antiguo Testamento provoca...