Ir al contenido principal

Los invitados a las bodas (Mt 22,1-14)

28º domingo del Tiempo ordinario – A . Evangelio
1 Jesús les habló de nuevo con parábolas y dijo:
2 —El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo, 3 y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir. 4 Nuevamente envió a otros siervos diciéndoles: «Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y mis reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas». 5 Pero ellos, sin hacer caso, se marcharon: quien a su campo, quien a su negocio. 6 Los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron y los mataron. 7 El rey se encolerizó, y envió a sus tropas a acabar con aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. 8 Luego les dijo a sus siervos: «Las bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos. 9 Así que marchad a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis». 10 Los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas. 11 Entró el rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda; 12 y le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda?» Pero él se calló. 13 Entonces el rey les dijo a los servidores: «Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí habrá llanto y rechinar de dientes». 14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.
Esta parábola, muy semejante a otra que recoge San Lucas (cfr Lc 14,15-24), completa el significado de las dos que le preceden. No pocos miembros del pueblo de Dios —representados por los primeros invitados— no sólo han rechazado el banquete del Sñor, su llamada a la salvación, sino que han maltratado y matado a los siervos que le ha enviado su Señor. Por eso su destino es fatídico (v. 7). Su rechazo lleva consigo una nueva iniciativa de Dios, que llama a todos los hombres a la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios. No obstante, como en las parábolas de la cizaña y de la red barredera (cfr 13,24-50), los que responden a la llamada son «malos y buenos» (v. 10), y no todos son dignos, porque no todos se han convertido, comprándose el traje de bodas.
Este episodio es así una llamada de alerta a quienes ya formamos la Iglesia: el fracaso de muchos que formaban parte del pueblo de Dios (v. 7) señala el nuestro si no nos mostramos dignos de la elección (v. 13). «¿Qué debemos entender por el vestido de boda sino la caridad? De modo que entra a las bodas, pero no entra con vestido nupcial, quien, entrando en la Iglesia, tiene fe pero no tiene caridad» (S. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 2,18,9).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Abrahán recibe a tres peregrinos (Gn 18,1-10a)

16º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 1 El Señor se manifestó a Abrahán junto a la encina de Mambré, cuando estaba sentado a la puerta de la tienda en lo más caluroso del día. 2 Abrahán alzó la vista y vio que tres hombres estaban de pie junto a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se postró en tierra 3 diciendo: —Mi Señor, si he hallado gracia a tus ojos, no pases sin detenerte junto a tu siervo. 4 Haré que traigan un poco de agua para que os lavéis los pies, y descansaréis bajo el árbol; 5 entretanto, traeré un trozo de pan para que reparéis vuestras fuerzas, y luego seguiréis adelante, pues por algo habéis pasado junto a vuestro siervo. Contestaron: —Sí, haz como has dicho. 6 Abrahán corrió a la tienda donde estaba Sara y le dijo: —Date prisa, amasa tres seim de flor de harina y haz unas tortas. 7 Él fue corriendo a la vacada, tomó un hermoso ternero recental y lo entregó a su siervo que se dio prisa en prepararlo. 8 Lu...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Marta y María (Lc 10,38-42)

16º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 38 Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. 39 Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Pero Marta andaba afanada con numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude. 41 Pero el Señor le respondió: —Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. 42 Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada. El evangelio nos habla en varias ocasiones (cfr Jn 11,1-45; 12,1-10) de estos tres hermanos —Lázaro, Marta y María— con los que Jesús tenía un trato de amistad. Las palabras de Jesús no son tanto un reproche a Marta como un elogio encendido de la actitud de María, que escucha la palabra del Señor: «Aquélla se agitaba, ésta se alimentaba; aquélla disponía much...