28º domingo del Tiempo ordinario – A .
2ª lectura
12 He
aprendido a vivir en la pobreza, he aprendido a vivir en la abundancia, estoy
acostumbrado a todo en todo lugar, a la hartura y a la escasez, a la riqueza y
a la pobreza. 13 Todo lo puedo en Aquel que me conforta. 14 No
obstante, habéis hecho bien al compartir mi tribulación.
Las posibles dificultades que puedan presentarse en la vida no constituyen
un obstáculo insalvable ni pueden ser ocasión de perder la paz. El cristiano
cuenta con la fortaleza que Dios proporciona.
La generosidad de los filipenses emociona a San Pablo. No busca
dádivas de los de Filipos, sino el fruto que a ellos mismos les reportarán sus
limosnas: «No necesito, dice, ni busco nada necesario, sino que debéis usar únicamente
de benevolencia, para que podáis recibir el fruto de vuestra benevolencia»
(Mario Victorino, In epistolam Pauli ad
Philippenses 4,17).
Como Dios es remunerador, resulta mucho más beneficiado quien da
limosna que quien la recibe. Quien da recibirá la gloria eterna ganada por
Cristo Jesús: «Que quien distribuye limosnas lo haga con despreocupación y
alegría, ya que, cuanto menos se reserve para sí, mayor será la ganancia que
obtendrá» (S. León Magno, Sermo 10 de
Quadragesima 5).
Comentarios