34º domingo
del Tiempo ordinario – Cristo Rey - C. 1ª lectura
1Todas
las tribus de Israel vinieron junto a David a Hebrón y le dijeron:
—Aquí nos tienes. Hueso tuyo y carne tuya somos. 2Ya
desde hace tiempo, cuando Saúl era nuestro rey, tú guiabas las entradas y
salidas de Israel, pues el Señor te había dicho: «Tú apacentarás a mi pueblo
Israel, tú serás príncipe sobre Israel».
3Vinieron también todos los ancianos de Israel junto
a David, a Hebrón; y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón ante el
Señor. Luego ungieron a David como rey de Israel.
La consagración de David como rey de Israel está
narrada con sobriedad pero destacando detalles de gran trascendencia en la
historia de la salvación: los habitantes del norte y los del sur son hermanos
(«hueso tuyo y carne tuya somos», v. 1); la imagen del «pastor» (v. 2), antiguo
oficio de David, resume la función del dirigente y del rey que no buscan en el
gobierno el propio provecho, sino el bienestar de los súbditos; el pacto de
David con los ancianos (v. 3) es reflejo de la doctrina general de la alianza,
que estará en la base de las relaciones de Dios con su pueblo y de los miembros
del pueblo entre sí; el número de los años de gobierno (v. 5) también está
cargado de significado, porque estas cifras eran consideradas como símbolo de
plenitud: siete como rey de Judá, y cuarenta como rey de Judá e Israel. Todavía
en el Nuevo Testamento los números siete y cuarenta conservan el mismo sentido
de plenitud (cfr Mt 4,2; 18,22; Ap 1,11; Hch 4,22, etc.). Hebrón, donde había
sido ungido también como rey de Judá (cfr 2,1-4), era la ciudad más importante
del sur; en su interior conservaba la cueva de Macpelá y en sus alrededores se
hallaba la encina sagrada de Mambré. Sin embargo, fue sustituida por Jerusalén,
quizá para resaltar que un nuevo reino exigía también una nueva sede de la
monarquía.
David es figura de Jesucristo en muchos aspectos,
pero la raíz de todos ellos es su condición de rey: Jesucristo será también
aclamado Rey de Israel. «Pero ¿qué era para el Señor ser aclamado por Rey de
Israel? ¿Qué era para el Rey de los siglos ser hecho rey de los hombres? Cristo
no era Rey de Israel para imponer tributos ni para tener ejércitos armados y
guerrear visiblemente contra sus enemigos; era Rey de Israel para gobernar las
almas, para dar consejos de vida eterna, para conducir al reino de los cielos a
quienes estaban llenos de fe, de esperanza y de amor» (S. Agustín, In Ioannis Evangelium 51,4).
La liturgia de la Iglesia propone este texto
del libro de Samuel en la
Solemnidad de Cristo Rey, junto con la escena de la
crucifixión (Lc 23,35-43). Jesús ha conseguido su reinado con la obediencia que
culmina en la muerte en la cruz, obteniendo la salvación definitiva para todos
los hombres.
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