37 Lo mismo que en los días de Noé, así será la venida
del Hijo del Hombre. 38 Pues, como en los días que precedieron al
diluvio comían y bebían, tomaban mujer o marido hasta el día mismo en que entró
Noé en el arca, 39 y no se dieron cuenta sino cuando llegó el
diluvio y los arrebató a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
40 Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro
dejado. 41 Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será
tomada y la otra dejada.
42 Por eso: velad, porque no sabéis en qué día vendrá
vuestro Señor. 43 Sabed esto: si el dueño de la casa supiera a qué
hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría ciertamente velando y no
dejaría que se horadase su casa. 44 Por tanto, estad también
vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del
Hombre.
Las palabras
de Jesús a los discípulos son claras: no se revelará el día ni la hora de la Parusía. Jesús se
abstiene de revelar el día del juicio para que nos mantengamos vigilantes.
Vigilar ante
el advenimiento de Cristo no es buscar de continuo señales de su venida, sino
comportarse y trabajar en todo momento cristianamente. Un medio indispensable
para ello es el examen de conciencia: «Tienes un tribunal a tu disposición
(...). Haz sentar a tu conciencia como juez y que tu razón presente allí todas
tus culpas. Examina los pecados de tu alma y exígele que rinda cuentas con
exactitud: ¿por qué has hecho esto o lo otro? Y si el alma no quiere considerar
sus propias culpas y, por el contrario, busca las ajenas, dile: No te juzgo por
los pecados de otro. (...) Si eres constante en hacer esto todos los días,
comparecerás con confianza ante el tribunal que hará temblar a todos» (S. Juan
Crisóstomo, In Matthaeum 42,2-4).
Comentarios