Ir al contenido principal

Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es Uno (Dt 6,2-6)

31º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura
[Éstos son los mandamientos, leyes y normas que el Señor, vuestro Dios, ordenó enseñaros] a fin de que temas al Señor, tu Dios, y guardes todas sus leyes y mandamientos que yo te he ordenado, tú, tu hijo y el hijo de tu hijo, durante toda tu vida, y así se prolonguen tus días. 3 Escucha, pues, Israel, y esmérate en cumplir lo que te hará feliz y muy numeroso en una tierra que mana leche y miel, según te anunció el Señor, Dios de tus padres.
4 Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno.
5 Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
6 Que estas palabras que yo te dicto hoy estén en tu corazón. 7 Las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés sentado en casa y al ir de camino, al acostarte y al levantarte. 8 Las atarás a tu mano como un signo, servirán de recordatorio ante tus ojos. 9 Las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portones.
Nos encontramos ante un texto entrañable, de singular importancia para la fe y la vida del pueblo elegido.
El v. 4 constituye una clara y solemne profesión de monoteísmo, característica distintiva de Israel respecto de los pueblos vecinos de Oriente. La primera palabra hebrea de ese versículo —shemá («escucha»)— da nombre a la célebre oración recitada durante tantos siglos por los israelitas, y constituida sustancialmente por 6,4-9; 11,18-21 y Nm 15,37-41. Los judíos piadosos continúan rezándola en la actualidad, por la mañana y por la tarde. En la Iglesia Católica, los vv. 4-7 se recitan en las Completas después de las primeras Vísperas de domingos y solemnidades de la Liturgia de las Horas.
El punto culminante es el v. 5, que recuerda otros pasajes del Antiguo Testamento (Dt 10,12; Os 2,21-22; 6,6). El amor que Dios pide a Israel va precedido del amor de Dios por Israel (cfr Dt 5,32-33). Aquí se toca uno de los puntos centrales de la Revelación de Dios a los hombres, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: por encima de cualquier otra consideración, Dios es Amor (cfr, p.ej., 1 Jn 4,8.16).
Dios pide a Israel un amor completo (v.5). Pero ¿acaso el amor puede propiamente ser objeto de un mandamiento? Lo que Yahwéh reclama de Israel, y de cada uno de nosotros, no se reduce al ámbito de un sentimiento incontrolable por el hombre, sino que pertenece a la esfera de la voluntad. Es un afecto que puede y debe ser cultivado por la toma de conciencia, cada vez más profunda, de nuestra relación filial, como expresará más tarde el Nuevo Testamento en 1 Jn 4,10.19: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó y envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. (...) Nosotros amamos, porque Él nos amó primero». Por tanto, Dios puede propiamente promulgar el precepto del amor, según lo expresado en este versículo de Dt 6,5 y, más adelante, en 10,12-13.
«Con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (v. 5): La fórmula indica el carácter total que debe tener el amor a Dios. El Señor recordará estos versículos (4 y 5) —tan familiares para sus oyentes— al señalar el primero y fundamental de los mandamientos (cfr Mc 12,29-30).
«Cuando le hacen la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?” (Mt 22,36), Jesús responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22,37-40; cfr Dt 6,5; Lv 19,18). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2055).
Las exhortaciones de los vv. 8-9 fueron interpretadas por los judíos en sentido literal. Ahí tienen su origen las filacterias y la mezuzah. Las filacterias eran unas pequeñas correas o cintas que se ataban a la frente y al brazo izquierdo, y que llevaban una cajita cada una, con distintos textos bíblicos: los dos del Dt de la shemá, más Ex 13,1-10.11-16; en la época del Señor los fariseos las llevaban más anchas para parecer más observantes de la Ley (cfr Mt 23,5). La mezuzah es una cajita, fijada en las jambas de las puertas, que contiene un pergamino o papel con los dos textos mencionados del Dt; los judíos la tocan con los dedos, que luego besan, al salir y al entrar en la casa.

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

El Espíritu se reparte en abundancia (Nm 11,25-29)

26º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura 25 Descendió el Señor en la nube y habló con él. Tomó un poco del espíritu que había sobre Moisés y lo infundió sobre cada uno de los setenta ancianos. Y cuando el espíritu reposó sobre ellos se pusieron a profetizar. Pero no volvieron a hacerlo. 26 Dos hombres se habían quedado en el campamento, uno se llamaba Eldad y el otro Medad. El espíritu reposó sobre ellos, pues eran de los señalados aunque no habían ido a la tienda, y se pusieron a profetizar en el campamento. 27 Un muchacho corrió a referírselo a Moisés, y le dijo: —Eldad y Medad están profetizando en el campamento. 28 Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde su juventud, replicó: —Señor mío, Moisés, prohíbeselo. 29 Moisés le dijo: —¿Estás celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fueran profetas porque el Señor les hubiera infundido su espíritu! Comentario a Números 11,25-29 La fuente del espíritu es Dios mismo, y puede darlo a quien quiere, por encima de l

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la

Y serán los dos una sola carne (Gn 2,18-24)

27º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura 18 Entonces dijo el Señor Dios: —No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada para él. 19 El Señor Dios formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, de modo que cada ser vivo tuviera el nombre que él le hubiera impuesto. 20 Y el hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todas las fieras del campo; pero para él no encontró una ayuda adecuada. 21 Entonces el Señor Dios infundió un profundo sueño al hombre y éste se durmió; tomó luego una de sus costillas y cerró el hueco con carne. 22 Y el Señor Dios, de la costilla que había tomado del hombre, formó una mujer y la presentó al hombre. 23 Entonces dijo el hombre: —Ésta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Se la llamará mujer, porque del varón fue hecha. 24 Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una