31º
domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura
[Éstos son los mandamientos, leyes y
normas que el Señor, vuestro Dios, ordenó enseñaros] 2 a fin de que temas al Señor, tu Dios, y
guardes todas sus leyes y mandamientos que yo te he ordenado, tú, tu hijo y el
hijo de tu hijo, durante toda tu vida, y así se prolonguen tus días. 3 Escucha,
pues, Israel, y esmérate en cumplir lo que te hará feliz y muy numeroso en una
tierra que mana leche y miel, según te anunció el Señor, Dios de tus padres.
4 Escucha,
Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno.
5 Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas.
6 Que
estas palabras que yo te dicto hoy estén en tu corazón. 7 Las
repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés sentado en casa y al ir
de camino, al acostarte y al levantarte. 8 Las atarás a tu mano como
un signo, servirán de recordatorio ante tus ojos. 9 Las escribirás
en las jambas de tu casa y en tus portones.
Nos
encontramos ante un texto entrañable, de singular importancia para la fe y la
vida del pueblo elegido.
El
v. 4 constituye una clara y solemne profesión de monoteísmo, característica
distintiva de Israel respecto de los pueblos vecinos de Oriente. La primera
palabra hebrea de ese versículo —shemá («escucha»)—
da nombre a la célebre oración recitada durante tantos siglos por los
israelitas, y constituida sustancialmente por 6,4-9; 11,18-21 y Nm 15,37-41. Los
judíos piadosos continúan rezándola en la actualidad, por la mañana y por la
tarde. En la Iglesia
Católica , los vv. 4-7 se recitan en las Completas después de
las primeras Vísperas de domingos y solemnidades de la Liturgia de las Horas.
El
punto culminante es el v. 5, que recuerda otros pasajes del Antiguo Testamento
(Dt 10,12; Os 2,21-22; 6,6). El amor que Dios pide a Israel va precedido del
amor de Dios por Israel (cfr Dt 5,32-33). Aquí se toca uno de los puntos
centrales de la Revelación
de Dios a los hombres, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: por
encima de cualquier otra consideración, Dios es Amor (cfr, p.ej., 1 Jn 4,8.16).
Dios
pide a Israel un amor completo (v.5). Pero ¿acaso el amor puede propiamente ser
objeto de un mandamiento? Lo que Yahwéh reclama de Israel, y de cada uno de
nosotros, no se reduce al ámbito de un sentimiento incontrolable por el hombre,
sino que pertenece a la esfera de la voluntad. Es un afecto que puede y debe
ser cultivado por la toma de conciencia, cada vez más profunda, de nuestra
relación filial, como expresará más tarde el Nuevo Testamento en 1 Jn 4,10.19:
«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él
nos amó y envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
(...) Nosotros amamos, porque Él nos amó primero». Por tanto, Dios puede
propiamente promulgar el precepto del amor, según lo expresado en este
versículo de Dt 6,5 y, más adelante, en 10,12-13.
«Con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (v. 5): La fórmula
indica el carácter total que debe tener el amor a Dios. El Señor recordará
estos versículos (4 y 5) —tan familiares para sus oyentes— al señalar el
primero y fundamental de los mandamientos (cfr Mc 12,29-30).
«Cuando
le hacen la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley ?” (Mt 22,36), Jesús
responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es
semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos penden toda la Ley
y los Profetas” (Mt 22,37-40; cfr Dt 6,5; Lv 19,18). El Decálogo debe ser
interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud
de la Ley » (Catecismo de la Iglesia Católica ,
n. 2055).
Las
exhortaciones de los vv. 8-9 fueron interpretadas por los judíos en sentido
literal. Ahí tienen su origen las filacterias y la mezuzah. Las filacterias eran unas pequeñas correas o cintas que se
ataban a la frente y al brazo izquierdo, y que llevaban una cajita cada una,
con distintos textos bíblicos: los dos del Dt de la shemá, más Ex 13,1-10.11-16; en la época del Señor los fariseos las
llevaban más anchas para parecer más observantes de la Ley (cfr Mt 23,5). La mezuzah es una cajita, fijada en las
jambas de las puertas, que contiene un pergamino o papel con los dos textos
mencionados del Dt; los judíos la tocan con los dedos, que luego besan, al
salir y al entrar en la casa.
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