4Cuando se agita la criba, quedan las
granzas, igual que los defectos cuando un hombre parlotea. 5 El
horno prueba los vasos del alfarero, y la prueba del hombre está en su
conversación. 6 El fruto muestra cómo se cultivó un árbol, así, la
palabra, los pensamientos del corazón humano. 7 No alabes a un
hombre antes de que hable, porque ésa es la prueba de los hombres.
Como en otras ocasiones, los
proverbios recogidos en este capítulo, de los que estos cuatro son una muestra,
reflejan muchas veces la sabiduría popular y así se invita a obrar no fiado
sólo en el momento presente o guiado por un análisis superficial, pues las
consecuencias de los actos pueden volverse contra uno (cfr por ejemplo 27,28 -
33). Sin embargo, el motivo profundo que guía a Sirácida es religioso: se trata
de no pecar (cfr 26,25 - 27,1), de no hacer lo que odia el Señor (cfr 27,27),
de seguir siempre la justicia (cfr 27,9).
También hay en estos versículos una
invitación a saber hablar y a saber escuchar (27,12 - 24). El sabio, sensato y
prudente, se manifiesta en el hablar. Tiene el arte de saber decir la verdad de
la manera adecuada en cada momento, de modo que su conversación sea siempre
amable y llena de delicadeza con todos, también cuando otros conducen la
conversación por derroteros inoportunos. «La caridad y el respeto de la verdad
deben dictar la respuesta a toda petición de información o de comunicación. El
bien y la seguridad del prójimo, el respeto de la vida privada, el bien común,
son razones suficientes para callar lo que no debe ser conocido, o para usar un
lenguaje discreto. El deber de evitar el escándalo obliga con frecuencia a una
estricta discreción. Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene
derecho a conocerla (cfr Si 27,17; Pr 25,9 - 10)» ( Catecismo de la Iglesia Católica , n. 2489).
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