7º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura
Comentario a 1 Samuel 26,2-23
El nuevo encuentro entre Saúl y David tiene muchos puntos de contacto con el narrado en el cap. 24. Sin embargo, aquí se ponen más de relieve la personalidad y la misión de David: David es mejor estratega que Saúl, y es reconocido como soberano en la bendición del viejo monarca (v. 25). En efecto, esta confrontación con Saúl no es ni casual ni tiene lugar en una cueva, sino intencionada y llevada a cabo al aire libre, en el campamento militar (vv. 4-7). Abner y los soldados encargados de la seguridad del rey se quedan dormidos y no cumplen su misión de velar por el rey; en cambio David es quien garantiza la vida de Saúl (vv. 9.15). El texto pone de manifiesto una vez más la compasión y la misericordia de David («El Señor te ha entregado hoy a mis manos…», v. 23), a la vez que resalta la figura del futuro rey, pues la misericordia es una perfección propia de Dios y por tanto una virtud que debe usar todo representante suyo y todo el que quiera parecerse a Él (cfr Lc 6,36). Pero, por encima de las anécdotas y estratagemas humanas, se vuelve a poner de relieve que sólo el Señor tiene la última palabra: Él decidirá el momento y el modo de la muerte de Saúl (v. 10); Él paga a cada uno según sus méritos (v. 23-24); Él, en definitiva, ha elegido a David y le concede el éxito en todo lo que emprende, como reconoce Saúl en las últimas palabras (v. 25).
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