6º domingo del Tiempo
ordinario – C. 2ª lectura
12 Pero si se predica que Cristo ha
resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de entre vosotros dicen
que no hay resurrección de los muertos? 16 Pues si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; 17 pero si Cristo no ha
resucitado, vana es vuestra fe, todavía estáis en vuestros pecados. 18
E incluso los que han muerto en Cristo perecieron. 19 Y si tenemos
puesta la esperanza en Cristo sólo para esta vida, somos los más miserables de
todos los hombres. 20 Ahora bien, Cristo ha resucitado de entre los
muertos, como primer fruto de los que mueren.
Con su resurrección Cristo completa la obra de la
Redención. Si muriendo en la cruz había vencido al pecado, era necesario que resucitase,
venciendo así a la muerte, consecuencia del pecado (cfr Rm 5,12). «La
Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y
enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano,
encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba
definitiva de su autoridad divina según lo había prometido» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.
651). Hay en estos versículos argumentos indirectos de la resurrección del
Señor, señalando la situación absurda en que se encontrarían los cristianos si
Jesucristo no hubiera resucitado: serían vanas la fe (vv. 14.17.18) y la
esperanza (v. 19), los Apóstoles serían falsos testigos e inútil su predicación
(vv. 14-15), todavía faltaría la redención de los pecados (v. 17). En resumen,
los cristianos serían «los más miserables de todos los hombres» (v. 19).
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