6º domingo del Tiempo
ordinario – C. 1ª lectura
5 Esto dice el Señor:
«Maldito el varón que confía en el
hombre
y pone en la carne su apoyo,
mientras su corazón se aparta del
Señor.
6 Será como matojo de la estepa,
que no verá venir la dicha,
pues habita en terrenos resecos del
desierto,
en tierra salobre e inhóspita.
7 Bendito el varón que confía en el
Señor,
y el Señor es su confianza.
8 Será como árbol plantado junto al
agua,
que extiende sus raíces a la
corriente,
no teme que llegue el calor,
y sus hojas permanecerán lozanas,
no se inquietará en año de sequía,
ni dejará de dar frutos.
Con palabras muy parecidas a las del Salmo 1, el
profeta ilustra la perdición a la que se ve arrastrado el hombre que confía en
sí mismo, frente a la prosperidad del que se fía de Dios (vv. 5-8). Bien se
pueden aplicar a la imagen del árbol plantado junto al agua (v. 8) las palabras
del comentario de Santo el conservarse. Para ser plantado, es necesaria una
tierra humedecida por las aguas, pues de otro modo se secaría; y por eso dice:
que está plantado a las corrientes de las aguas, es decir, junto a las
corrientes de las gracias: “El que cree en mí… de su seno correrán ríos de agua
viva” (Jn 7). Y quien tenga sus raíces junto a esta agua fructificará haciendo
buenas obras; y esto es lo que sigue: el cual dará su fruto. “Pero el fruto del
espíritu es caridad, alegría, paz, y paciencia, generosidad, bondad,
fidelidad”, etc., (Ga 5). (…) Y no se seca. Por el contrario, se conserva.
Ciertos árboles se conservan en su substancia, pero no en sus hojas, pero otros
se conservan también en sus hojas: así también los justos, (…) no serán
abandonados por Dios ni siquiera en las obras más pequeñas y exteriores. “Pero
los justos germinarán como una hoja verde” (Pr 11)» (Postilla super Psalmos 1,3).
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