13 Cuando se marcharon, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
14 Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto. 15 Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta:
De Egipto llamé a mi hijo.
19 Muerto Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto 20 y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel; porque han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño.
21 Se levantó, tomó al niño y a su madre y vino a la tierra de Israel. 22 Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá; y avisado en sueños marchó a la región de Galilea. 23 Y se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por medio de los Profetas: «Será llamado nazareno».
El evangelista relata los misterios de la vida de Cristo, mostrando su profundo significado. La huida de Jesús a Egipto y el regreso a la tierra de Israel indican que Jesús es semejante a Jacob (Gn 46,1-7), que bajó a Egipto, y al pueblo de Israel, que subió de Egipto (Ex 12,37-15,20). Jesús es el nuevo Israel y con Él comienza el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia. También aquí se percibe un paralelismo de Jesús con Moisés, que fue providencialmente librado de la muerte cuando era niño (Ex 2,1-10) y que después fue el instrumento del Señor para la formación de su pueblo.
No sabemos cuánto tiempo permaneció la Sagrada Familia en Egipto. Mateo es el único que nos habla de ello, sin datos precisos. Herodes murió, probablemente, en marzo o abril del año 4 antes de la era cristiana. Su hijo Arquelao ejerció como etnarca, en Judea y Samaría, hasta el año 6 d.C., cuando fue depuesto y exiliado por las quejas ante sus brutalidades. Por tanto, no tenía jurisdicción en Galilea, donde estaba situada Nazaret. De la actitud de José (v. 22) se sacan provechosas consecuencias: «En las diversas circunstancias de su vida, el Patriarca no renuncia a pensar, ni hace dejación de su responsabilidad. Al contrario: coloca al servicio de la fe toda su experiencia humana. Cuando vuelve de Egipto oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá. Ha aprendido a moverse dentro del plan divino y, como confirmación de que efectivamente Dios quiere eso que él entrevé, recibe la indicación de retirarse a Galilea» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 42).
Jesús era conocido por todos como procedente de Nazaret, «el Nazareno». Para las autoridades judías este nombre tuvo sentido despectivo (cfr Jn 1,46; 19,19). Aún en tiempos de San Pablo, los judíos que no creían intentaban humillar a los cristianos dándoles el nombre de nazarenos (cfr Hch 24,5). No hay ningún texto de los profetas que recoja explícitamente la expresión que cita San Mateo (v. 23). Lo más probable es que el evangelista se refiera a Is 11,1 donde anuncia un descendiente de David —el retoño, neser, de Jesé— sobre el que reposarán todos los dones del Espíritu del Señor.
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