Ir al contenido principal

La transfiguración de Jesús (Mt 17,1-9)

Fiesta de la Transfiguración – A. Evangelio
1 Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. 2 Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz. 3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. 4 Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús:
—Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5 Todavía estaba hablando, cuando una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube dijo:
—Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.
6 Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. 7 Entonces se acercó Jesús y los tocó y les dijo:
—Levantaos y no tengáis miedo.
8 Al alzar sus ojos no vieron a nadie: sólo a Jesús. 9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:
- No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.
En la Transfiguración, Jesús muestra anticipadamente a los discípulos la gloria que merecerá por su pasión (cfr nota a Lc 9,28-36). El vínculo del episodio con la confesión de Pedro y el primer anuncio de la pasión, no sólo es temporal —ocurrió «seis días después» (v. 1)— sino también teológico: desde el cielo se confirma que Jesús es el Hijo de Dios (v. 5), tal como lo había confesado Pedro (16,16), y que su muerte y resurrección (16,21) son el cumplimento de la Ley y los Profetas representados por Moisés y Elías (v. 3). Los discípulos reaccionan con alegría (v. 4) y temor (vv. 6-7), sin acabar de entender el significado.
Moisés y Elías son los dos representantes máximos del Antiguo Testamento: de la Ley y los Profetas. En la imagen de Jesús hablando con ellos (v. 3), la Tradición ha visto dos enseñanzas: de un lado, que Jesús es el centro de la revelación porque «toda la Escritura divina forma un solo libro, y ese único libro es Cristo, ya que toda la Escritura divina habla de Cristo y toda ella se realiza en Cristo» (Hugo de San Víctor, De Arca Noe morali 2,8); de otro, que los libros del Antiguo Testamento son necesarios para comprender a Jesucristo, porque «si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo» (S. Jerónimo, Commentarii in Isaiam, prol. 1).
El episodio es también una descripción de la personalidad de Jesús: es Señor (v. 4), Hijo de Dios, en quien Dios se complace (v. 5; cfr Is 42,1), a quien debemos escuchar (v. 5) porque es el revelador de Dios: «Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas (...); oídle a Él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar”» (S. Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo 2,22,5).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Cristo me amó y se entregó por mí (Ga 2,16.19-21)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 16 Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley , sino por medio de la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley , ya que por las obras de la Ley ningún hombre será justificado. 19 Porque yo por la Ley he muerto a la Ley , a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucificado: 20 vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No anulo la gracia de Dios; pues si la justicia viene por medio de la Ley , entonces Cristo murió por nada. Es comprensible que los fieles de Jerusalén, crecidos en la religión israelita, siguieran las costumbres judías, pero San Pablo se da cuenta del peligro de fondo que entrañaba aferrarse a esas prácticas, y por eso proclama la novedad de la fe cristiana: sólo la adh...

Pasión de Jesucristo, según San Juan (Jn 18,1–19,42)

Viernes Santo – Evangelio 19,25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo. 27 Después le dice al discípulo: —Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa. 28 Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. 29 Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: —Todo está consumado. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Comentario a Juan 18,1 - 19,42 El Evangel...