Ir al contenido principal

Yo envío a mi mensajero delante de ti (Mt 11,2-11)

Domingo 3º Adviento - A. Evangelio
2 Entretanto Juan, que en la cárcel había tenido noticia de las obras de Cristo, envió a preguntarle por mediación de sus discípulos:
3 —¿Eres tú el que va a venir, o esperamos a otro?
4 Y Jesús les respondió:
—Id y anunciadle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: 5 los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. 6 Y bienaventurado el que no se escandalice de mí.
7 Cuando ellos se fueron, Jesús se puso a hablar de Juan a la multitud:
—¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido con finos ropajes? Daos cuenta de que los que llevan finos ropajes se encuentran en los palacios reales. 9 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os lo aseguro, y más que un profeta. 10 Éste es de quien está escrito:
Mira que yo envío a mi mensajero delante de ti,
para que vaya preparándote el camino.
11 En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.
Ante las «obras de Cristo» (v. 2), el Bautista le envía a sus discípulos y el Señor les hace comprender que sus acciones son cumplimiento de lo que las antiguas profecías anunciaban como signos propios del Mesías y de su Reino (cfr Is 26,19; 29,18-19; 35,5-6; 61,1, etc.). Era como decirles que, efectiva­mente, Él, Jesús, es el profeta que «iba a venir» (cfr v. 3).
Pero el texto nos habla también del Bautista (vv. 7-11). Antes, el evangelio había señalado la adecuación de la predicación de Juan con la de Jesús, y después anotará otras semejanzas: Juan, como Jesús, sufrió la incredulidad del pueblo (11,16-19), y también una muerte violenta (14,1-12), porque, en realidad, ambos cumplieron «toda justicia» (3,15).
Sin embargo, las palabras que se recogen ahora muestran la diferencia entre los dos: Juan, dice Jesús, es Elías (v. 14), el profeta que, conforme a la creencia de entonces, tenía que venir de nuevo antes que el Mesías (cfr 17,10-13; Mc 9,11-13); es un profeta y más que un profeta (v. 9); es el precursor (v. 10), es el mayor entre los nacidos de mujer (v. 11): «Me podías hablar de Elías que fue arrebatado al cielo, pero no es mayor que Juan; Enoc fue trasladado, y tampoco es mayor que Juan. Moisés fue el más grande legislador, y admirables fueron todos los profetas, pero no eran más que Juan. No soy yo quien se atreve a comparar profeta con profeta, sino el que es Señor suyo y nuestro» (S. Cirilo de Jerusalén, Catecheses 3,6).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Lo reconocieron al partir el pan (Lc 24,13-35)

Domingo 3º de Pascua – A. Evangelio 13 Ese mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. 14 Iban conversando entre sí de todo lo que había acontecido. 15 Y mientras comentaban y discutían, el propio Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos, 16 aunque sus ojos eran incapaces de reconocerle. 17 Y les dijo: —¿De qué veníais hablando entre vosotros por el camino? Y se detuvieron entristecidos. 18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: —¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días? 19 Él les dijo: —¿Qué ha pasado? Y le contestaron: —Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo: 20 cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. 21 Sin embargo nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es...

Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro (Is 22,19-23)

21º domingo del Tiempo ordinario – A . 1ª lectura Así dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: 19 Te depondré de tu cargo, te derrocaré de tu puesto. 20 Aquel día llamaré a mi siervo Eliaquim, hijo de Jilquías. 21 Lo revestiré con tu túnica, le ceñiré con tu cinturón, pondré en su mano tu poder, y será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. 22 Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro: abrirá y no habrá quien cierre, cerrará y no habrá quien abra. 23 Lo hincaré como clavo en sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre. Sebná era un importante funcionario de la corte real, que es también mencionado en otros textos (Is 36,3.11.22; 37,2 y 2 R 18,26.37; 19,2). Quizá fue un extranjero que, después de gozar de gran predicamento en el palacio de Ezequías, fue desplazado y sustituido por Eliaquim. Isaías le reprocha a Sebná su afán de ostentación (v. 16) y le anuncia su destitución (vv. 17-19.2...