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domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura
10Elías
se levantó y se marchó a Sarepta. Entraba por la puerta de la ciudad cuando una
mujer viuda recogía leña. La llamó y le dijo:
—Por favor, tráeme en un vaso un poco
de agua para beber.
11Cuando
ella iba a buscar el agua, él la llamó y le dijo:
—Por favor, tráeme en tus manos un
trozo de pan.
12Ella
contestó:
—Vive el Señor, tu Dios, que no tengo
ni una hogaza: sólo un puñado de harina en el cuenco y un poco de aceite en la
alcuza. Ahora estoy recogiendo un par de leños para ir a prepararlo para mi
hijo y para mí. Lo comeremos y luego moriremos.
13Le
dijo Elías:
—No tengas miedo. Anda, haz lo que
dices; pero primero hazme a mí con eso una torta pequeña y tráemela; después
vete y hazla para ti y para tu hijo. 14Porque esto ha dicho el
Señor, Dios de Israel: «El cuenco de harina no quedará sin nada y la alcuza de
aceite no se vaciará hasta el día en que el Señor conceda la lluvia a la
superficie del suelo».
15Ella
fue y actuó según la palabra de Elías, y comieron él y ella y su casa durante
días. 16La harina del cuenco no se acabó ni el aceite de la alcuza
se vació, según la palabra que el Señor había pronunciado por medio de Elías.
Sarepta estaba situada a 15 km. al sur de Sidón, patria de
Jezabel, esposa del rey Ajab (cfr 1 R 16,31). Allí Elías estaba ciertamente
fuera de la jurisdicción del rey que le perseguía; pero llama la atención que
sea una pobre viuda a punto de morir de hambre la que Dios elige para dar
alimento al profeta.
Jesucristo presenta este hecho, que sea una viuda extranjera
la elegida, como señal de que Dios da sus dones a quien quiere, no a quien se
cree con derecho a recibirlos (cfr Lc 4,25-26).
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