33º domingo del Tiempo ordinario – B.
1ª lectura
1
En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está al frente de los
hijos de tu pueblo; será tiempo de angustia, como no lo ha habido desde que
existe nación alguna hasta aquel tiempo. Y en aquel tiempo será salvado tu
pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro. 2 Muchos
de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna,
otros para vergüenza, para ignominia eterna. 3 Los sabios brillarán
como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como
las estrellas, por toda la eternidad.
La profecía concluye anunciando la
salvación del pueblo de Dios por mediación de Miguel, el ángel protector de
Israel. La imagen de los inscritos en el libro expresa quiénes son
verdaderamente el pueblo de Dios: aquellos que Él considera tales debido a su
fidelidad. No se habla ahora de un reino eterno en la tierra como en 2,44 y
7,14, pero se supone, ya que los que han muerto resucitarán, o bien para
participar de él o bien para sufrir el castigo merecido. La nueva situación de
unos y otros tendrá carácter definitivo, para la eternidad. La mayor gloria será
para quienes hayan conocido y enseñado la Ley , para los maestros, y no tanto para los
mártires. El libro de Daniel va más allá que los profetas Isaías y Ezequiel
que hablaban simbólicamente del resurgir del pueblo en términos de una
resurrección (cfr Is 26,19; Ez 37). En Daniel, como en 2 M 7,14.29, la resurrección se
entiende en sentido real: «La resurrección de los muertos fue revelada
progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal
de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios
creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la
tierra es también Aquel que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su
descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la
resurrección» (Catecismo de la Iglesia Católica ,
n. 992).
Por otro lado Daniel proclama la
resurrección no sólo de los mártires, como sucede en 2 Macabeos, sino de todos,
pues tal es el sentido del término «muchos». También la Iglesia a la luz de las
palabras de Jesús cree que resucitarán «todos los hombres que han muerto: “los
que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal,
para la condenación” (Jn 5,29; cfr Dn 12,2)» (ibidem, n. 998).
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