1º domingo de Adviento – C. 2ª lectura
12 Que
el Señor os colme y os haga rebosar en la caridad de unos con otros y en la
caridad hacia todos, como es la nuestra hacia vosotros, 13 para que
se confirmen vuestros corazones en una santidad sin tacha ante Dios, nuestro
Padre, el día de la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. Amén.
4,1 Por
lo demás, hermanos, os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús a que,
conforme aprendisteis de nosotros sobre el modo de comportaros y de agradar al
Señor, y tal como ya estáis haciendo, progreséis cada vez más. 2 Pues
conocéis los preceptos que os dimos de parte del Señor Jesús.
Como no se sabe cuándo sucederá la Parusía (cfr 1 Ts 5,2), la actitud del cristiano
debe ser la de llevar una vida digna de Cristo, en la que por encima de todo
prevalezca la caridad. El amor sobrenatural o caridad es universal, alcanza a
todos sin excepción. «Amar a una persona y mostrar indiferencia a otras,
observa San Juan Crisóstomo, es característico del afecto puramente humano;
pero San Pablo nos dice que nuestro amor no debe tener ninguna restricción» (In 1 Thessalonicenses, ad loc.). El ejercicio pleno de esta
virtud consolida la santidad, pues hace al hombre irreprochable «ante Dios,
nuestro Padre» (v. 13).
Las exhortaciones de la segunda parte de este texto (1 Ts 4,1-2) se
fundan en la llamada divina a la santidad, que no se dirige a unos pocos, sino
a todos los hombres: «Todos en la
Iglesia , ya pertenezcan a la jerarquía, ya pertenezcan a la
grey, son llamados a la santidad» (Conc. Vaticano II, Lumen gentium, n. 39). Esta llamada es consecuencia de la elección
que hemos recibido del Señor: «No lo olvidemos, por tanto: estamos en el redil
del Maestro, para conquistar esa cima. (...) Grabemos a fuego en el alma la
certeza de que la invitación a la santidad, dirigida por Jesucristo a todos los
hombres sin excepción, requiere de cada uno que cultive la vida interior, que
se ejercite diariamente en las virtudes cristianas; y no de cualquier manera,
ni por encima de lo común, ni siquiera de un modo excelente: hemos de
esforzarnos hasta el heroísmo, en el sentido más fuerte y tajante de la
expresión» (S. Josemaría Escrivá, Amigos
de Dios, nn. 2 y 3).
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