Solemnidad de San Pedro y San Pablo – A. 2ª lectura
6 Pues
yo estoy a punto de derramar mi sangre en sacrificio, y el momento de mi
partida es inminente. 7 He peleado el noble combate, he alcanzado la
meta, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está reservada la merecida
corona que el Señor, el Justo Juez, me entregará aquel día; y no sólo a mí,
sino también a todos los que han deseado con amor su venida.
17 El
Señor me asistió y me fortaleció para que, por medio de mí, se proclamara
plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca
del león. 18 El Señor me librará de toda obra mala y me salvará para
su reino celestial. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Al considerar la proximidad del final de su vida, Pablo manifiesta que
la muerte es una ofrenda a Dios, semejante a las libaciones que se hacían sobre
los sacrificios. Presenta la existencia cristiana como un deporte sobrenatural,
como una competición contemplada y juzgada por Dios mismo. La visión
esperanzada de la vida eterna no está reservada al Apóstol, sino que se
extiende a todos los fieles cristianos: «Nosotros que conocemos los gozos
eternos de la patria celestial, debemos darnos prisa para acercarnos a ella»
(S. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia
1,3).
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