Ir al contenido principal

Dadles vosotros de comer (Lc 9,11b-17)

Corpus Christi – C. Evangelio
11b Jesús les hablaba del Reino de Dios, y sanaba a los que tenían necesidad.
12 Empezaba a declinar el día, y se acercaron los doce para decirle:
—Despide a la muchedumbre, para que se vayan a los pueblos y aldeas de alrededor, a buscar albergue y a proveerse de alimentos; porque aquí estamos en un lugar desierto.
13 Él les dijo:
—Dadles vosotros de comer.
Pero ellos dijeron:
—No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este gentío 14 —había unos cinco mil hombres.
Entonces les dijo a sus discípulos:
—Hacedlos sentar en grupos de cincuenta.
15 Así lo hicieron, y acomodaron a todos.
16 Tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo y pronunció la bendición sobre ellos, los partió y empezó a dárselos a sus discípulos, para que los distribuyeran entre la muchedumbre. 17 Comieron hasta que todos quedaron satisfechos. Y de los trozos que sobraron, ellos recogieron doce cestos.

Las acciones salvadoras de Cristo se simbolizan de modo eminente en este milagro que acabará por provocar la confesión de Pedro (9,18-21). Antes del milagro (v. 11), vemos a Jesús realizando acciones características de su misión como Mesías, que, además, son las mismas que acaba de encargar a sus discípulos (9,2.6): la proclamación del Reino de Dios y la curación de los enfermos (cfr 4,18). Con el milagro de la multiplicación de los panes se añade una nota más: la sobreabundancia de los dones en los tiempos mesiánicos (cfr Is 25,6; Sal 78,19-20; etc.). La acción de alimentar al pueblo en un lugar desierto (v. 12) evoca los episodios del éxodo, cuando Dios sustentaba a su pueblo (cfr Ex 16,1ss.), y prefigura la Eucaristía, alimento del cristiano en su camino hacia Dios: «La Sagrada Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1416).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Cristo me amó y se entregó por mí (Ga 2,16.19-21)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 16 Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley , sino por medio de la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley , ya que por las obras de la Ley ningún hombre será justificado. 19 Porque yo por la Ley he muerto a la Ley , a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucificado: 20 vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No anulo la gracia de Dios; pues si la justicia viene por medio de la Ley , entonces Cristo murió por nada. Es comprensible que los fieles de Jerusalén, crecidos en la religión israelita, siguieran las costumbres judías, pero San Pablo se da cuenta del peligro de fondo que entrañaba aferrarse a esas prácticas, y por eso proclama la novedad de la fe cristiana: sólo la adh...

Pasión de Jesucristo, según San Juan (Jn 18,1–19,42)

Viernes Santo – Evangelio 19,25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo. 27 Después le dice al discípulo: —Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa. 28 Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. 29 Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: —Todo está consumado. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Comentario a Juan 18,1 - 19,42 El Evangel...