Ir al contenido principal

No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...

Pedro estaba encerrado en la cárcel (Hch 12,1-11)

Solemnidad de San Pedro y San Pablo – 1ª lectura

1 En aquel tiempo prendió el rey Herodes a algunos de la Iglesia para maltratarlos. 2 Dio muerte por la espada a Santiago, hermano de Juan. 3 Y al ver que esto agradaba a los judíos, decidió prender también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. 4 Cuando lo apresó, lo metió en la cárcel y lo entregó a cuatro escuadras de cuatro soldados para que lo custodiaran, con el propósito de hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. 5 Así pues, Pedro estaba encerrado en la cárcel, mientras la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios. 6 Cuando Herodes iba ya a hacerlo comparecer, aquella misma noche dormía Pedro entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, mientras unos centinelas vigilaban la cárcel delante de la puerta. 7 De pronto se presentó un ángel del Señor y un resplandor iluminó la celda. Tocó a Pedro en el costado, le despertó y dijo:
—¡Levántate deprisa! —y se cayeron las cadenas de sus manos.
8 El ángel le dijo:
—¡Vístete y ponte las sandalias! —y así lo hizo.
Y añadió:
—¡Ponte el manto y sígueme!
9 Salió y le siguió, pero ignoraba que fuera realidad lo que hacía el ángel; pensaba que se trataba de una visión.
10 Atravesaron la primera guardia y la segunda y llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió por sí sola. Salieron y avanzaron por una calle y de repente el ángel le dejó. 11 Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo:
—Ahora comprendo realmente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío.

Comentario a Hechos de los Apóstoles 12,1-11

El Herodes que aquí se menciona (v. 1) es el tercer monarca que aparece con este nombre en el Nuevo Testamento. Era nieto de Herodes el Grande, que edificó el nuevo Templo de Jerusalén y ordenó la matanza de los inocentes (cfr Mt 2,16), y sobrino de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea en el tiempo de la muerte del Señor. Se le conoce por el nombre de Herodes Agripa I. Había sido muy favorecido por el emperador Calígula, que le amplió gradualmente los territorios bajo su dominio y le permitió usar el título de rey. Era hombre refinado y diplomático, dedicado tan intensamente a consolidar su poder, que se había convertido en maestro de la intriga y del oportunismo. El martirio de Santiago el Mayor (v. 2) debió de ocurrir hacia los años 42 ó 43. Es el primer mártir entre los Doce Apóstoles y el único cuya muerte se menciona en el Nuevo Testamento.

Si la descripción de Herodes (vv. 1-4) es precisa, no lo es menos la reseña de la actitud de la Iglesia ante la persecución y encarcelamiento de Pedro (v. 5): «Observad los sentimientos de los fieles hacia sus pastores. No recurren a disturbios ni a rebeldía, sino a la oración, que es el remedio invencible. No dicen: “Hombres insignificantes como somos, es inútil que oremos por él”. Rezaban por amor y no pensaban nada semejante. ¿Veis lo que hacían los perseguidores sin pretenderlo? Hacían a unos más firmes en las pruebas y a otros más celosos y amantes» (S. Juan Crisóstomo, In Acta Apostolorum 26,2).

La descripción de la milagrosa liberación de Pedro por medio de un ángel pone de manifiesto la providencia de Dios con sus fieles (v. 11). También en una detención anterior, Pedro había sido liberado por un ángel (5,19ss.). Tal protección es una muestra de la doctrina de la Iglesia acerca de la misión de estos seres espirituales: «Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (S. Basilio, Eun. 3,1)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 336). Pero el relato no sólo enseña esta protección, sino también la persuasión de los primeros cristianos de su actividad (cfr v. 15): «Bebe en la fuente clara de los Hechos de los Apóstoles: En el capítulo XII, Pedro, por ministerio de Ángeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marcos. —No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. Angelus eius est! —¡será su Ángel!, decían. —Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos. —¿Y tú?» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 570).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino (Lc 23,35-43)

34º domingo del Tiempo ordinario – Cristo Rey - C. 1ª lectura 35 El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían: —Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el elegido. 36 Los soldados se burlaban también de él; se acercaban y ofreciéndole vinagre 37 decían: —Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Encima de él había una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos». 39 Uno de los malhechores crucificados le injuriaba diciendo: —¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Pero el otro le reprendía: —¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios? 41 Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal. 42 Y decía: —Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. 43 Y le respondió: —En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso. El episodio del «buen ladrón» es narrado sólo por Lucas. Aquel ...

No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...