23 Porque
yo recibí del Señor lo que también os transmití: que el Señor Jesús, la noche
en que fue entregado, tomó pan, 24 y dando gracias, lo partió y
dijo: «Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en conmemoración
mía». 25 Y de la misma manera, después de cenar, tomó el cáliz,
diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; cuantas veces lo
bebáis, hacedlo en conmemoración mía». 26 Porque cada vez que coméis
este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.
En la doctrina sobre la
Eucaristía que aquí transmite San Pablo emerge la importancia
de la Tradición
apostólica (v. 23). Junto con los textos de Mt, Mc y Lc, los vv. 23-25 constituyen
el cuarto relato de la institución de la Eucaristía que conserva el Nuevo Testamento. El
texto contiene los puntos fundamentales de la fe cristiana sobre el misterio
eucarístico: institución de este sacramento por Jesucristo, presencia real del
Señor, institución del sacerdocio cristiano, y carácter sacrificial de la Eucaristía.
«Haced esto en conmemoración mía». Este mandato indica que la Eucaristía es recuerdo,
renovación y actualización del sacrificio pascual del Calvario. La Iglesia ha visto en estas
palabras la institución del sacerdocio cristiano: El Señor en la Última Cena «ofreció a
Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino, y bajo los
símbolos de esas mismas cosas los entrego, para que los tomaran, a sus
Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, y a
ellos y a sus sucesores en el sacerdocio les mandó —con las palabras: Haced esto en conmemoración mía— que los
ofrecieran. Así lo entendió y enseñó siempre la Iglesia » (Conc. de Trento,
De SS. Missae sacrificio, cap. 1; cfr
can. 2).
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