Solemnidad de Cristo Rey – A . 2ª
lectura
20 Ahora
bien, Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primer fruto de los que
mueren. 21 Porque como por un hombre vino la muerte, también por un
hombre la resurrección de los muertos. 22 Y así como en Adán todos
mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada
uno en su propio orden: como primer fruto, Cristo; luego, con su venida, los que
son de Cristo. 24 Después llegará el fin, cuando entregue el Reino a
Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, toda potestad y poder. 25
Pues es necesario que él reine, hasta que ponga a todos los enemigos bajo
sus pies. 26 Como último enemigo será destruida la muerte. 28 Y
cuando le hayan sido sometidas todas las cosas, entonces también el mismo Hijo
se someterá a quien a él sometió todo, para que Dios sea todo en todas las
cosas.
La unión de los cristianos con Cristo es tan profunda que la resurrección
de Jesucristo es principio y causa de nuestra resurrección. Como la
desobediencia de Adán trajo la muerte de todos, Jesucristo —nuevo Adán— ha
merecido la resurrección de todos (vv. 21-23). La salvación del cristiano
culminará tras la muerte con la resurrección del cuerpo, al final de los
tiempos (vv. 24-25). «Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus
comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. “La resurrección de los
muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella”
(Tertuliano, De resurrectione mortuorum,
1,1)» (Catecismo de la Iglesia Católica ,
n. 991).
San Pablo expone toda la obra mesiánica y redentora de Cristo (vv.
25-28): según el designio del Padre, Cristo ha sido constituido soberano del universo,
dando cumplimiento a las Escrituras (Sal 110,1 y 8,7). La soberanía de Cristo
sobre toda la creación (v. 28) se realiza ya en el tiempo, pero alcanzará su
plenitud definitiva al final de la historia cuando Dios sea todo en todos. La Iglesia celebra cada año,
en el último domingo del tiempo ordinario, la festividad de Jesucristo, Rey del
Universo, para recordar su dominio supremo y absoluto sobre todas las cosas.
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