Ir al contenido principal

No sabéis cuándo será el momento ¡velad! (Mc 13,33-37)

1º domingo de Adviento – B. Evangelio

33 Estad atentos, velad: porque no sabéis cuándo será el momento. 34 Es como un hombre que al marcharse de su tierra, y al dejar su casa y dar atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, ordenó también al portero que velase. 35 Por eso: velad, porque no sabéis a qué hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; 36 no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!

Comentario al Evangelio Mc 13, 33-37

Estos versículos resumen cuál debe ser la actitud de los discípulos del Señor (v. 37): estar en vela, vigilantes (vv. 33.35.37). Todas estas palabras vienen en el Evangelio a dar razón de lo que Jesús acababa de responder de modo provocativo cuando le preguntan por cuándo sucederá: «Nadie sabe de ese día y de esa hora: ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (v. 32).

La frase ha sido una de las crux interpretum de los estudiosos de los evangelios. En el contexto de las palabras de Jesús (vv. 30-33), tiene más lógica que aislada. Los escritos apocalípticos presentaban nuevas revelaciones sobre los acontecimientos de la generación presente y el eón o mundo futuro (v. 30). En esa línea argumental, Jesús les dice que no den fe a nuevas revelaciones (v. 32), sólo sus palabras tienen valor perenne (v. 31), y sus palabras son únicamente una: velad (v. 33).

En estas condiciones, las palabras de Jesús pueden interpretarse, como hicieron algunos Padres, no como desconocimiento de Cristo acerca de ese momento, sino como conveniencia de no manifestarlo (cfr comentario a Mc 13,24-32), y pueden interpretarse también como desconocimiento de Jesús en cuanto hombre: «Cuando los discípulos le preguntaron sobre el fin, ciertamente, conforme al cuerpo carnal, les respondió: Ni siquiera el Hijo, para dar a entender que, como hombre, tampoco lo sabía. Es propio del ser humano el ignorarlo. Pero en cuanto que Él era el Verbo, y Él mismo era el que había de venir, como juez y como esposo, por eso conoció cuándo y a qué hora había de venir. (...) Pero como se hizo hombre, tuvo hambre y sed y padeció como los hombres y del mismo modo que los hombres, en cuanto hombre no conocía, pero en cuanto Dios, en cuanto era el Verbo y la Sabiduría del Padre, no desconocía nada» (S. Atanasio, Contra Arianos 3,46).

En resumen, lo seguro es que el Señor vendrá. La Iglesia nos estimula a avivar esta actitud de vigilia en la liturgia del Adviento.

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Un Dios que perdona (Lc 15,1-32)

24º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 1 Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. 2 Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: —Éste recibe a los pecadores y come con ellos. 3 Entonces les propuso esta parábola: 4 —¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla? 5 Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, 6 y, al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió». 7 Os digo que, del mismo modo, habrá en el cielo mayor alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión. 8 ¿O qué mujer, si tiene diez dracmas y pierde una, no enciende una luz y barre la casa y busca cuidadosa...

El Señor renunció al mal que había anunciado (Ex 32,7-11.13-14)

24º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 7 En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: —Anda, baja porque se ha pervertido tu pueblo, el que sacaste del país de Egipto. 8 Pronto se han apartado del camino que les había ordenado. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han exclamado: «Éste es tu dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto». 9 Y dijo el Señor a Moisés: —Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. 10 Ahora, deja que se inflame mi cólera contra ellos hasta consumirlos; de ti, en cambio, haré un gran pueblo. 11 Moisés entonces suplicó al Señor, su Dios, diciendo: —¿Por qué, Señor, ha de inflamarse tu cólera contra tu pueblo, al que has sacado del país de Egipto con gran poder y mano fuerte? 13 Acuérdate d...