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No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...

Velad, porque no sabéis el día ni la hora (Mt 25,1-13)

32º domingo del Tiempo ordinario – A . Evangelio
1 Entonces el Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; 3 pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; 4 las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. 5 Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. 6 A medianoche se oyó una voz: «¡Ya está aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro!» 7 Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. 8 Y las necias les dijeron a las prudentes: «Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan». 9 Pero las prudentes les respondieron: «Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y nosotras». 10 Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. 11 Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: «¡Señor, señor, ábrenos!» 12 Pero él les respondió: «En verdad os digo que no os conozco». 13 Por eso: velad, porque no sabéis el día ni la hora.
La parábola de las vírgenes necias y prudentes es un ejemplo de la llamada a estar vigilantes. El Señor dice con claridad que es una parábola que habla del Reino de los Cielos, y es la única ocasión en que la expresa en futuro (v. 1). Se refiere, por tanto, a los cristianos que han sido llamados a la Iglesia y han respondido a esa llamada. Pero no basta con esperar, también hay que actuar: «El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años. En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera —ese momento único, que cada uno recuerda, en el que se advierte claramente todo lo que el Señor nos pide— es importante; pero más importantes aún, y más difíciles, son las sucesivas conversiones. Y para facilitar la labor de la gracia divina con estas conversiones sucesivas, hace falta mantener el alma joven, invocar al Señor, saber oír, haber descubierto lo que va mal, pedir perdón» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 57).
En la imagen del lector se representa una de aquellas ruidosas y largas bodas orientales (cfr Jn 2,1-11). La novia, con sus parientes y amigas, espera la llegada del novio con su comitiva para ser trasladada a su propia casa. En la alegoría se descubre enseguida que el esposo representa a Jesucristo y las vírgenes a las personas invitadas a la boda, es decir, a la alianza esponsal de Dios con su Iglesia. La enseñanza es clara: no es suficiente con que estemos en la Iglesia, esperando sin más el acontecimiento definitivo; hay que mantener viva la fe y hacer buenas obras: «Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras (...); prepara las lámparas, cuida de que no se apaguen, aliméntalas con el aceite interior de una recta conciencia; permanece unido al Esposo por el Amor, para que Él te introduzca en la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinguirá» (S. Agustín, Sermones 93,17).

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33º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 7 Vosotros sabéis bien cómo debéis imitarnos, porque entre vosotros no estuvimos ociosos; 8 y no comimos gratis el pan de nadie, sino que trabajamos día y noche con esfuerzo y fatiga, para no ser gravosos a ninguno. 9 No porque no tuviéramos derecho, sino para mostrarnos ante vosotros como modelo que imitar. 10 Pues también cuando estábamos con vosotros os dábamos esta norma: «Si alguno no quiere trabajar, que no coma». 11 Pues oímos que hay algunos que andan ociosos entre vosotros sin hacer nada pero curioseándolo todo. 12 A esos les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo a que coman su propio pan trabajando con serenidad. Comentario a 2 Tesalonicenses 3,7-12 Pensando equivocadamente en la inminencia de la Parusía, había en Te­salónica algunos que no trabajaban . Por eso, el recuerdo del trabajo abnegado de San Pablo , para ganarse allí el sustento y no resultar gravoso a nadie, debía ser estímulo para los tesalonicenses ....