Ir al contenido principal

La resurrección de los muertos (1 Ts 4,13-18)

32º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura
13 No queremos, hermanos, que ignoréis lo que se refiere a los que han muerto, para que no os entristezcáis como esos otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera también Dios, por medio de Jesús, reunirá con Él a los que murieron. 15 Así pues, como palabra del Señor, os transmitimos lo siguiente: nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Señor, no nos anticiparemos a los que hayan muerto; 16 porque, cuando la voz del arcángel y la trompeta de Dios den la señal, el Señor mismo descenderá del cielo, y resucitarán en primer lugar los que murieron en Cristo; 17 después, nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados a las nubes junto con ellos al encuentro del Señor en los aires, de modo que, en adelante estemos siempre con el Señor. 18 Por tanto, animaos mutuamente con estas palabras.
«Los que han muerto» (v. 13). Literalmente, «los que duermen». Esta expresión, que ya utilizaban algunas veces los escritores paganos, fue muy empleada por los primeros cristianos para referirse a los que murieron en la fe de Cristo.
En los escritos cristianos ese modo de expresarse adquiere todo su sentido a causa de la fe en la Resurrección de Jesús, y la certeza de que todos resucitaremos. No es un mero eufemismo, sino un modo de dejar claro que la muerte no es el fin. «¿Por qué se dice que duermen sino porque en su día serán resucitados?» (S. Agustín, Sermones 93,6). La certeza de la resurrección es una de las verdades fundamentales de nuestra fe, recogida tanto en el Símbolo de los Apóstoles como en el Credo de Nicea-Constantinopla.
San Pablo da razones para la esperanza ante la Parusía. Habla del encuentro con el Señor en su segunda venida, pero no pretende ahora precisar en qué momento tendrá lugar. Poco después aclara que lo único cierto es que eso sucederá de modo inesperado (cfr 5,1-2). En cualquier caso, el tiempo no es relevante para lo fundamental, que es estar siempre con Cristo. Cuando llegue no tendrá ventaja el que esté vivo sobre los que ya habían muerto, sino los que han llegado al final de su curso terreno «en Cristo» (v. 16).
San Ambrosio explica el pasaje poniéndolo en relación con otros textos del Apóstol: «Todos resucitan, pero nadie pierda la esperanza ni se duela el justo de que todos participen de la resurrección, al esperar una peculiar recompensa por su virtud. Todos, ciertamente, resucitan, pero “cada uno —como dice el Apóstol— en su propio orden” (1 Co 15, 23). La recompensa de la misericordia divina es común, pero distinto el orden de los méritos. El día resplandece para todos, el sol calienta para todos, la lluvia fecunda con abundantes aguaceros las tierras de todos. Todos nacemos, todos resucitamos, pero entre ambas circunstancias el don del vivir y del resucitar es diferente, es diversa la condición... Se nos exhorta a vivir y a ser como Pablo, para poder decir: Porque los que vivimos no tendremos ventaja alguna sobre los que estén dormidos. En efecto, no habla de la manera común de vida y de la acción de respirar, sino del mérito en la resurrección» (De excessu fratris sui Satyri 2,92-93).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Abrahán recibe a tres peregrinos (Gn 18,1-10a)

16º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 1 El Señor se manifestó a Abrahán junto a la encina de Mambré, cuando estaba sentado a la puerta de la tienda en lo más caluroso del día. 2 Abrahán alzó la vista y vio que tres hombres estaban de pie junto a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se postró en tierra 3 diciendo: —Mi Señor, si he hallado gracia a tus ojos, no pases sin detenerte junto a tu siervo. 4 Haré que traigan un poco de agua para que os lavéis los pies, y descansaréis bajo el árbol; 5 entretanto, traeré un trozo de pan para que reparéis vuestras fuerzas, y luego seguiréis adelante, pues por algo habéis pasado junto a vuestro siervo. Contestaron: —Sí, haz como has dicho. 6 Abrahán corrió a la tienda donde estaba Sara y le dijo: —Date prisa, amasa tres seim de flor de harina y haz unas tortas. 7 Él fue corriendo a la vacada, tomó un hermoso ternero recental y lo entregó a su siervo que se dio prisa en prepararlo. 8 Lu...

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Marta y María (Lc 10,38-42)

16º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 38 Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. 39 Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Pero Marta andaba afanada con numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude. 41 Pero el Señor le respondió: —Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. 42 Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada. El evangelio nos habla en varias ocasiones (cfr Jn 11,1-45; 12,1-10) de estos tres hermanos —Lázaro, Marta y María— con los que Jesús tenía un trato de amistad. Las palabras de Jesús no son tanto un reproche a Marta como un elogio encendido de la actitud de María, que escucha la palabra del Señor: «Aquélla se agitaba, ésta se alimentaba; aquélla disponía much...