Ir al contenido principal

El Señor, pastor de Israel (Ez 34,11-12.15-17)

Solemnidad de Cristo Rey – A . 1ª lectura
11 Porque esto dice el Señor Dios: «Yo mismo buscaré mi rebaño y lo apacentaré. 12 Como recuenta un pastor su rebaño cuando está en medio de sus ovejas que se han dispersado, así recontaré mis ovejas y las recogeré de todos los lugares en que se dispersaron en día de niebla y oscuridad.
15 Yo mismo pastorearé mis ovejas y las haré descansar, dice el Señor Dios. 16 Buscaré a la perdida, haré volver a la descarriada, a la que esté herida la vendaré, y curaré a la enferma. Tendré cuidado de la bien nutrida y de la fuerte. Las pastorearé con rectitud».
17 A vosotros, rebaño mío, esto dice el Señor Dios: «Yo juzgo entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos».
La imagen del pastor en la Biblia se aplica con frecuencia a los reyes (1 R 22,17), quizá a raíz de David, pastor de ovejas (1 S 17,34; Sal 78,70-72), y también al Señor (Sal 23,1-6; 80,2-3). Los profetas, en especial Jeremías, acuden a la imagen del pastor cuando hablan de los que rigen, sean reyes o sacerdotes (cfr Jr 2,8; 10,21; 25,34-36; Za 11,4-17). En este primer discurso a los deportados, Ezequiel habla de los malos pastores, es decir, de los malos dirigentes que llevaron al pueblo al desastre del destierro (vv. 1-10) y, en contraste, del Señor, Pastor supremo que asume la responsabilidad de regir personalmente a su pueblo sin intermediarios (vv. 11-22), y del nuevo dirigente-mesías que Dios mismo pondrá al frente de los suyos: será el nuevo pastor, David, que conducirá al rebaño a los mejores pastos (vv. 23-31).
En los versículos que leemos este domingo Ezequiel enseña, en concreto, que es Dios mismo quien se constituye en pastor para su pueblo (v. 11), pastor solícito de sus ovejas: les pasa revista una por una, las atiende y las cuida (vv. 12-16). Además, la solicitud del buen pastor lleva consigo el ejercicio de la justicia (vv. 17): en la nueva etapa es más evidente que el amor divino y su misericordia no contradicen la condena de los impíos (v. 20), más aún, no habría verdadero amor sin justicia.
Este bello oráculo resuena en labios de Jesucristo al exponer la alegoría del Buen Pastor que cuida de sus ovejas (cfr Jn 10,1-21), al enseñar que se identifica con el Padre celestial en la alegría de encontrar a la oveja perdida (cfr Mt 18,12-14; Lc 15,4-7) y al referirse al juicio final en la escena recogida por San Mateo (Mt 25,31-46). San Agustín, en su sermón sobre los pastores, comenta: «Él vela, pues, sobre nosotros, tanto si estamos despiertos como dormidos. Por esto, si un rebaño humano está seguro bajo la vigilancia de un pastor humano, cuán grande no ha de ser nuestra seguridad, teniendo a Dios por pastor, no sólo porque nos apacienta, sino también porque es nuestro creador. Y a vosotras –dice–, mis ovejas, así dice el Señor Dios: “Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío”. ¿A qué vienen aquí los machos cabríos en el rebaño de Dios? En los mismos pastos, en las mismas fuentes, andan mezclados los machos cabríos, destinados a la izquierda, con las ovejas, destinadas a la derecha, y son tolerados los que luego serán separados. Con ello se ejercita la paciencia de las ovejas, a imitación de la paciencia de Dios. Él es quien separará después, unos a la izquierda, otros a la derecha» (Sermones 47).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad n...

Si perseveramos, reinaremos con Él (2 Tm 2,8-13)

28º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 8 Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos, descendiente de David , como predico en mi evangelio, 9 por el que estoy sufriendo hasta verme entre cadenas como un malhechor: ¡pero la palabra de Dios no está encadenada! 10 Por eso, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación , que está en Cristo Jesús , junto con la gloria eterna. 11 Podéis estar seguros: Si morimos con él, también viviremos con él; 12 si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará; 13 si no somos fieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo. Comentario a 2 Timoteo 2,8-13 Los padecimientos de Pablo, encarcelado por predicar el Evangelio , son un título de gloria, pues en el martirio el discípulo se asemeja al Maestro. Por los méritos de Cristo se alcanza la salva­ción. Además, ninguna dificultad externa es obstáculo infranqueable para la difusión del Evangelio: ...

Pecado y arrepentimiento de David (2 S 12,7-10.13)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 7 Dijo entonces Natán a David: —Tú eres ese hombre. Así dice el Señor, Dios de Is­rael: «Yo te he ungido como rey de Israel; Yo te he librado de la mano de Saúl; 8 te he entregado la casa de tu señor y he puesto en tu regazo las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y, por si fuera poco, voy a añadirte muchas cosas más. 9 ¿Por qué has despreciado al Señor, haciendo lo que más le desagrada? Has matado a espada a Urías, el hitita; has tomado su mujer como esposa tuya y lo has matado con la espada de los amonitas. 10 Por todo esto, por haberme despreciado y haber tomado como esposa la mujer de Urías, el hitita, la espada no se apartará nunca de tu casa». 13 David dijo a Natán: —He pecado contra el Señor. Natán le respondió: —El Señor ya ha perdonado tu pecado. No morirás. En el párrafo anterior a éste, Natán acaba de interpelar a David con una de las parábolas más bellas del Antiguo Testamento provoca...