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No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...

Para mí, el vivir es Cristo (Flp 1,20b-24.27)

25º domingo del Tiempo ordinario – A . 2ª lectura
20b Cristo será glorificado en mi cuerpo, tanto en mi vida como en mi muerte. 21 Porque para mí, el vivir es Cristo, y el morir una ganancia. 22 Pero si vivir en la carne me supone trabajar con fruto, entonces no sé qué escoger. 23 Me siento apremiado por los dos extremos: el deseo que tengo de morir para estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor, 24 o permanecer en la carne, que es más necesario para vosotros.
27 Sólo importa una cosa: que llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que, tanto si voy a veros como si estoy ausente, sepa que estáis firmes en un solo Espíritu, luchando unánimes por la fe del Evangelio,
En el versículo 23 hemos traducido por «morir» un verbo griego que se solía utilizar para designar la acción de soltar las amarras de una nave antes de salir del puerto, o de levantar los campamentos para trasladar el ejército a otro lugar. El Apóstol entiende, pues, la muerte como una liberación de las ataduras terrenas, para ir enseguida a «estar con Cristo». Gracias a Cristo, la muerte tiene un sentido. Así se comprende que la muerte sea una «ganancia» (v. 21), pues supone poder ver a Dios definitivamente cara a cara (cfr 1 Co 13,12) y llegar a la unión perenne con Cristo. «Vivir en el cielo es “estar con Cristo” (cfr Jn 14,3; Flp 1,23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven “en Él”, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cfr Ap 2, 17): “Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino” (S. Ambrosio, Luc. 10,121)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1025). Este deseo de ver y gozar de Dios en el Cielo hacía cantar a Santa Teresa de Jesús: «Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero» (Poesías 2).
También en el versículo 27 hay un detalle filológico que tiene interés señalar. La expresión griega traducida por «llevar una vida digna» tiene un significado más preciso: «vivir como dignos ciudadanos». Aludiendo quizá al derecho de ciudadanía romana que tenían los habitantes de Filipos, y del que estaban muy orgullosos, Pablo enseña que los cristianos, junto con la posición que ocupan en la sociedad, tienen una ciudadanía en los cielos (cfr Flp 3,20). Se trata, en definitiva, de vivir aquí en la tierra como ciudadanos del Reino de Dios, sabiendo que «la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio» (Conc. Vaticano II, Gaudium et spes, n. 21).

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Acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino (Lc 23,35-43)

34º domingo del Tiempo ordinario – Cristo Rey - C. 1ª lectura 35 El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían: —Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el elegido. 36 Los soldados se burlaban también de él; se acercaban y ofreciéndole vinagre 37 decían: —Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Encima de él había una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos». 39 Uno de los malhechores crucificados le injuriaba diciendo: —¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Pero el otro le reprendía: —¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios? 41 Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho ningún mal. 42 Y decía: —Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. 43 Y le respondió: —En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso. El episodio del «buen ladrón» es narrado sólo por Lucas. Aquel ...