26º domingo del Tiempo ordinario – B. 2ª lectura
Comentario a Santiago 5,1-6
Santiago, con un tono que recuerda a los profetas (cfr p. ej. Is 3,13-26; Am 6,1 ss.; Mi 2,1 ss.), reprueba a los ricos su soberbia, vanidad y avaricia, su entrega a los placeres, al tiempo que les advierte la proximidad del Juicio de Dios. La descripción de la vida de esos ricos trae a la memoria la parábola del rico Epulón (cfr Lc 16,19ss.). Ha sido una constante doctrina de la Iglesia el deber de eliminar las injustas desigualdades entre los hombres, recriminadas con frecuencia en la Sagrada Escritura. Quienes poseen bienes materiales en abundancia han de utilizarlos en servicio de los demás hombres. A este respecto, la Iglesia enseña que «tienen la obligación moral de no mantener capitales improductivos y, en las inversiones, mirar ante todo el bien común (...). El derecho a la propiedad privada no es concebible sin unos deberes con miras al bien común. Está subordinado al principio superior del destino universal de los bienes» (Cong. Doctrina de la Fe, Libertatis conscientia, n. 87).
«Habéis atesorado para los últimos días» (v. 3). Se refiere al día del juicio, lo mismo que «el día de la matanza» del v. 5 (cfr p. ej. Is 34,6; Jr 12,3; 25,34).
El fraude del salario (v. 4) estaba ya condenado en el Antiguo Testamento (cfr p. ej. Lv 19,13; Dt 24,14-15; Ml 3,5). Es uno de los pecados que «claman al cielo», porque están como exigiendo con urgencia un castigo ejemplar; lo mismo afirma la Escritura del homicidio (Gn 4,10), la sodomía (Gn 18,20-21) y la opresión de las viudas y huérfanos (Ex 22,21-23).
San Beda entiende que «el justo» (v. 6) es Jesús (cfr In Epistolam Iacobi, ad loc.), que es el justo por excelencia (cfr p. ej. Hch 3,14; 7,52). Se enseña así que en los más necesitados ha de verse al propio Jesucristo (cfr Mt 25, 31-45).
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