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No quedará piedra sobre piedra (Lc 21,5-19)

33º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 5 Como algunos le hablaban del Templo , que estaba adornado con bellas piedras y ofrendas votivas , dijo: 6 —Vendrán días en los que de esto que veis no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. 7 Le preguntaron: —Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de que están a punto de suceder? 8 Él dijo: —Mirad, no os dejéis engañar; porque vendrán en mi nombre muchos diciendo: «Yo soy», y «el momento está próximo». No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y de revoluciones, no os aterréis, porque es necesario que sucedan primero estas cosas. Pero el fin no es inmediato. 10 Entonces les decía: —Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y hambre y peste en diversos lugares; habrá cosas aterradoras y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reye...

Venid y veréis (Jn 1,35-42)

2º domingo del Tiempo ordinario – B. Evangelio

35 Al día siguiente estaban allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos 36 y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
—Éste es el Cordero de Dios.
37 Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. 38 Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó:
—¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron:
—Rabbí —que significa: «Maestro»—, ¿dónde vives?
39 Les respondió:
—Venid y veréis.
Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
—Hemos encontrado al Mesías —que significa: «Cristo».
42 Y lo llevó a Jesús. Jesús le miró y le dijo:
—Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas —que significa: «Piedra».

Comentario a Juan 1,35-42

Al narrar el encuentro de los primeros discípulos y Jesús se señalan varios de sus títulos: Rabbí (Maestro), Mesías (Cristo), Hijo de Dios, Rey de Israel, Hijo del Hombre. El conjunto de todos ellos manifiesta que Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento y reconocido por la Iglesia. «El Apóstol Juan, que vuelca en su Evangelio la experiencia de toda una vida, narra aquella primera conversación con el encanto de lo que nunca se olvida. Maestro, ¿dónde habitas? Díceles Jesús: Venid y lo veréis. Fueron, pues, y vieron donde habitaba, y se quedaron con Él aquel día. Diálogo divino y humano que transformó las vidas de Juan y de Andrés, de Pedro, de Santiago y de tantos otros, que preparó sus corazones para escuchar la palabra imperiosa que Jesús les dirigió junto al mar de Galilea» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 118).

El evangelista destaca cómo el encuentro de algunos discípulos con Jesús se produce por la mediación de quienes ya le siguen. Éste es el apostolado cristiano. San Juan Crisóstomo, comentando el v. 41, enseña: «Esa frase es expresión de un alma que ardientemente deseaba la venida del Mesías y que exulta y se llena de alegría cuando ve la esperanza convertida en realidad y se apresura a anunciar a sus hermanos tan feliz noticia» (In Ioannem 19,1).

«Te llamarás Cefas» (v. 42). Poner el nombre equivalía a tomar posesión de lo nombrado (cfr Gn 17,5; 32,29). «Cefas» es transcripción griega de una palabra aramea que quiere decir piedra, roca, y, a partir de ese momento, Pedro. De aquí que, escribiendo en griego, el evangelista haya explicado el significado del término empleado por Jesús. Cefas no era nombre propio, pero Jesús lo impone al Apóstol para indicar la función de Vicario suyo, que le será revelada más adelante (cfr Mt 16,16-18).

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