11º domingo del Tiempo ordinario – B. Evangelio
26 Y decía:Comentario a Marcos 4,26-34
La sencillez de las parábolas de la semilla y del grano de mostaza podría velarnos su trasfondo. Contienen la idea de crecimiento, con diversas posibilidades de aplicación: la de la semilla habla de la eficacia intrínseca del Reino y de su desarrollo progresivo (v. 27); la del grano de mostaza, de la desproporción entre el origen, cuando es la más pequeña de las semillas (v. 31), y el final, cuando es como un árbol grandioso (v. 32). La semilla es fecunda, pero necesita que nosotros seamos la buena tierra que la acoge; después, vendrá el fruto de la virtud: «Cuando concebimos buenos deseos, echamos las semilla en la tierra; cuando comenzamos a obrar bien, somos hierba, y cuando, progresando en el buen obrar, crecemos, llegamos a espigas, y cuando ya estamos firmes en obrar el bien con perfección, ya llevamos en la espiga el grano maduro» (S. Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem 2,3,5).
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